El riachuelo

Alguien decide seleccionar un conjunto de monumentos construidos por el hombre en un tiempo remoto o reciente, o un accidente geográfico particular y cautivador, o una tradición única y milenaria, escribirlo, promocionarlo, explotarlo comercialmente y acabar sacando un beneficio personal que al fin y al cabo ejerce un parecido a la contaminación. Modificando aquello que alguna vez fue único para siempre.

El significado de andar se asemeja más a pasear si uno lo hace en los desiertos caminos de la tarde. Y uno se siente poderoso a esa hora de la tarde, donde nadie silva más que el viento, canta más que los pájaros, pinta más que las nubes, y llora más que los riachuelos.

Un riachuelo cruzaba el bosque de eucaliptos, algunos ph más ácidos que el agua anciana. Alguien, quizás el tiempo, los locales, los peregrinos o una divinidad habían colocado una pasarela hecha de pizarras. Somos lo que nos dejaron.

Esa tarde me tumbe sobre las pizarras, calentada por los pasos de los últimos mil años (o quizás dos mil), a esperar las meigas. Cerrar los ojos para focalizar el agua bajo de mi se convertía en una experiencia nueva. Abrirlos y contar las hojas de cada árbol me llevo al perfecto control de la respiración y a un flujo imparable de ideas y recuerdos. Allí descubrí lo que soy y lo que quiero hacer en esta vida.

Y quizás porque este riachuelo ocupa una línea en cualquier guía de viajes y este puente no es más que una pasarela para la gran mayoría de peregrinos. Y quizás porque ni siquiera yo voy a contaros donde se encuentra, va a seguir siendo un lugar bello y revelador para todo aquel que haya aprendido a escuchar. Y en fin, un buen recuerdo enlatado para cuando se necesite.

Minha Terra Galega

De Sarria a Santiago quedaba muy pocos días y la ansia por pisar el O Bradoiro empezaba a asfixiarme. Sentí que después de tantas anécdotas, esfuerzos y sufrimientos ya no podría sentir nada más, que las emociones fuertes se reservaban a la rampa final antes de entrar a la plaza. La visualización de verme a mi mismo, como protagonista de una película, entrando triunfal por el pórtico, se repetían más frecuentemente que nunca.

Desde aquí se entrega la compostelana
Ese mismo día, crucé el mojón que anunciaba los últimos 100 km. lo que significaban 620 km. y 27 días de entrega a la contemplación, el aprendizaje abstracto, la mimetización con la naturaleza y el continuo compartimiento de camas, comida y secretos.

Galicia, me mostró como de fuerte puede llegar a ser los hombres y sobretodo las mujeres. Aquí el campo aun ser fértil es duro. Las aldeas están unidas por pequeños senderos bordeados con muros de piedra negra. Y resisten desde antaño, siguiendo los trazos que los celtas sembraron.

En Puerto Marín un pantano casi desnudo mostraba los fundamentos de un pueblo fantasmal mientras en lo alto de la loma una iglesia fortificada respirada aliviada por la suerte que había corrido, me sorprendió que en los espacios públicos hubiesen manzanos tan dulces.

En Melide comí el tradicional pulpo. Y después de ello anduve toda la tarde por bosques de eucalipto. El eucalipto se empezó a sembrar para producir papel. El problema es que se ha extendido más de lo deseado, destruyendo el bosque de roble, hábitat de las meigas.

En si, el paisaje vuelve a ser monótono enseguida y la sensación de estar apunto de conseguir algo largamente deseado y costoso, asfixiante.


Mortadelo y Sarria

La lluvia fue la mejor y fiel compañera. Ya no era un temporal a 1000 metros de altura sino una cortina que refrigeraba y constipaba.

Habían 2 alternativas. Seguir la carretera hasta Samos y ver el monasterio o seguir andando por el sendero oficial directo a Sarria y ahorrarse una hora de caminata.

Casi todo el camino es lineal. De esta forma uno evita perderse, la organización puede colocar los albergues en fila india y los comerciantes suplir nuestras necesidades cada par de kilómetros. Doblar un tramo tiene una causa: evitar kilómetros por polígonos industriales o bordeando carreteras. Por el otro lado se anda un poco más pero se gana belleza y soledad.

Típico peregrino empanao


De todas formas, si algo le falta al Camino es la toma continua de decisiones. Al tratarse de una dimensión solo se puede decidir pernoctar más adelante o atrás. La vida no es así, no es un camino, son decisiones que se toman sobre un plano bajo infinitas variables: las económicas, las culturales, las sentimentales, la sensibilidad, el barrio donde duermes, tus prespectivas a largo plazo, el coraje, la suerte... Santiago es el hoyo donde acabaremos todos, la diferencia está en que no sabemos ni el como ni cuando de nuestro funeral.

La estructuración de un viaje (o la vida en si) debe ser personal, con ciertas aportaciones de quien ya ha vivido o la ilusión del adolescente. Y con una alta dosis de adaptación bajo las circunstancias incontrolables y las nueves motivaciones. Pero bien, eso es lo que piensa el autor.

Como en Samos acabé la credencial tuve que ir a comprar otra (no penséis que son gratis, no). El monaguillo era un señor trentón-largo con una cara de Mortadelo y voz de pito. Me quedé a la misa para ver si abría la boca. Cuando salí de la sacristía una veintena de mujeres enlutadas rezaban Ave María respondiendo a salmos grabados en radiocasete.

Mi Galicia meiga
Unos diez minutos duró el enlatado ejercicio espiritual. Tiempo suficiente para fijarme en las inscripciones: "pueblo de Sarria estadle agradecidos a tal fulano que pagó esta iglesia para salvar vuestras almas" (o algo así). Esta pijería clasista era muy común en Galicia.

Entro el cura corriendo hacia la sacristía y salió con sotana, cambiándose más rápido que SuperMan en la cabina.

A la iglesia entraron unos 20 orientales. Luego supe que se trataba de japoneses en viaje de grupo por agencia que seguían un guía con 'pinganillo' por los últimos 100 km.

Pensaba en mis cosas en la puerta de la iglesia sin darme cuenta que estaba al lado del membrete para la credencial. Una pequeña japonesa me dio la suya para que se la sellara. Pronto se formo una estructura y silenciosa cola de 20 japoneses. Al principio reprimiendo la risa y luego con más paciencia atendí a los japoneses y les rellené la cartilla uno a uno. Mortadelo barría el altar con mi euro de la nueva credencial en el bolsillo.

La Salamandra Paca

Del O Cebreiro a Triacastela

Si uno se encuentra bajo la lluvia, quizás a 5 o 6 grados, con poca visibilidad y con rachas de viento de hasta 130 km lo último que puede tener es miedo. Si además el chubasquero se hizo trizas y hasta la ropa interior está mojada lo único que se puede hacer es encontrar motivos para disfrutar de la experiencia. Si además paras en un bar a secarte y encuentras un periódico alertando de temporal y en la portada aparece un peregrino del día anterior a punto de volar por los aires delante del cartel del Alto del Poyo y que para llegar hasta allí aún faltan 2 kilómetros no hay otra opción que doblar la dosis de café, añadirle un poco de orujo, pedir un pan tostado con aceite de oliva y no preguntarle mucho a los locales si el temporal es de los duros, porque van a contestar que SÍ.



Cantar "Have you ever seen the rain?" de los Creedence Clearwater sirvió para espantar el miedo y aprender que literalmente las palabras se las lleva el viento. No había ni un alma, los caminos se habían vuelto ríos. Pero los bares estaban llenos, era un buen día para tomarse las cosas con calma. Sentados delante la chimenea las ropas se secaban humeando y nadie tenía la más mínima gana de ser el primero en salir de allí.

Cuando el viento soplaba de cola abría los brazos y sentía su impulso, cuando era de cara andar se hacía fatigoso y no había otra opción que hacerse una bola en el suelo y esperar a la buena racha mientras repetía "i wanna know if you ever seen the rain coming down on a sunny day".





En el último bar habían dos camareros y tres pueblerinos diseñando un plan para asaltar una sucursal de Caixa Galicia. Suponían más de la mitad del pueblo. Una rápida observación a la mochila fue suficiente para saber que había perdido el saco... pero me daba realmente igual. Cosas de la vida, lo encontré esperándome en la puerta como quien ata un perro a la puerta del bar, justo 20 segundos después de asumir que estaba perdido ladera abajo. "Oye chico, como cuentes por allí lo del atraco la vamos a tener!!", "No se preocupen de amenazarme, no quiero que se constipen, si eso ya me tiro yo por un barranco".

Brazilian Team

El holandés errante a 150km de Santiago, con tres meses a la espalda
y más de 3000km
Al llegar a Triacastella todo se había calmado aparentemente, un barrizal de un palmo fue el último obstáculo hasta llegar al albergue. Pero allí aún faltaban muchos y nos encerremos en el bar a esperar uno tras o otro mientras contábamos las horas para que cayese el Sol.

Jugarme la vida por nada y sobrevivir fue estupendo. Tener las venas cargadas de andrenalina durante tantas horas fue estupendo. Repetir la experiencia sería estupendo. Pero lo mejor de todo fue compartirlo.


Hemeroteca de los hechos (Voz de Lugo): http://www.lavozdegalicia.es/galicia/2011/10/26/0003_201110G26P4992.htm?utm_source=buscavoz&utm_medium=buscavoz

Sobre las meigas y santas compañas

Galicia fue una tierra celta que vendió su alma al demonio para ser verde y hermosa. A cambio le obligó a ahogarse bajo la lluvia, al exilio de sus hijos y a bosques poblados por meigas, almas y santas compañas.

En entornos rurales, donde comunidades de no más de 20 personas viven aisladas en aldeas, las leyendas se transmiten generación tras generación. La repetición colectiva y las experiencias personales de esa gente, así como los recuerdos de infancia marcan un estrecho umbral entre la percepción y la interpretación, que yo mismo experimenté.

D. me contó un método antiquísimo para anticiparse a la muerte: cuando muchos cuervos grajean a la vez, algún conocido morirá. Pero esto no es nada en comparación a las meigas o brujas. Estos seres habitan en los bosques (en los de robles, no en los de eucalipto) y existen buenas y malas. La gente acostumbra a tener meigas de barro feas en la puerta de sus casas con el fin de asustarlas.

La Santa Compaña atemoriza a campesinos desde hace siglos, y mucha gente afirma haberla visto. En ella una procesión de almas cruzan el bosque como si se tratara de la Semana Santa. Por supuesto de noche y exhibiendo un halo de luz. Si usted es tan afortunado de verla, evite ser visto, porque sino su alma será robada y se añadirá a la Compaña, merodeando bosques por los siglos de los siglos.

Si usted habla de esto en bares o en los pueblos de Galicia cualquier persona negará que crea en estos cuentos infantiles. Pero verá en su rostro una actitud poco sincera, como una caída de la mirada rápida. Si consigue simpatizar con un gallego de campo te va a decir que quizás él no, pero que algún amigo suyo si que las vio.



La nieve del O Cebreiro

Tenía ganas de despertarme y comprobar que Villafranca seguía siendo Villafranca y no un aeropuerto internacional. Por la mañana autobuses escolares y padres en coche descargaban a los niños sin inmutarse por los peregrinos.

El camino no era para nada llano y menos sabiendo que me esperaba la etapa más dura. Había intentado convencer a I. que no era capaz de hacerlo por su cuenta y subiendo por un bosque de castaños ella me dio la lección que cualquier persona sabía donde estaban sus límites y que para alcanzarlos solo hacía falta confianza.

A la hora del café un berciano con mono azul se sentó a mi lado y se puso a hablar conmigo en catalán: "escolta tu, que vols un got de vi?" (quieres un vaso de vino?). Afirmé y tomé, el dijo esperando verme con cara de asco "este vino es artesanal, lo he pisado con mis propios pies", "pues es bien bueno". El asombrado fue él y lo asombré tanto que quiso invitarme a un orujo, también artesanal. Aquí acabaría todo, pero antes de tragarme el licor le dio por recitarme un poema, escrito por él y de unos 20 versos dedicado al orujo de esta añada.

El camino empezó a empinarse poco a poco; hacia arriba las cumbres mostraban los picos nevados. Todo era verde y fecundo: calabazas enormes, vacas, y un ruido que se hizo cotidiano, el chasquido de las nueces al pisarlas.

Al acabar el último pueblo empezó una cuesta interminable. El asfalto desapareció y un manto de pequeñas castañas alfombraba el suelo. Fueron kilómetros y kilómetros de subida que parecían no acabar hacía una declaración de intenciones de este ecosistema primario hacia el hombre.



Ese orujo sabía a Gloria 


Una calabaza así duele


La lluvia era espesa y más cuando se acabó el bosque. Entonces había una niebla apocalíptica, el cacareo de gallinas y los hachazos del último hombre que vería en las tres próximas horas, a parte del gringo que no paraba de disculparse por todos los males que su país hacía al mundo.

El camino se cubrió de nieve. Entonces sucedió algo que esperaba desde pequeño: entré en Galicia. Desde pequeño quise llegar a esta región, tan orgullosa de su cultura y tan llena de mitos.

Después de eso. Los mojones se sucedían cada medio kilómetro, hasta que el culo de un peregrino asomado por la ventana me dio la bienvenida al refugio. Ahora tocaba esperar a I. y a los demás peregrinos, porque esta vez si que sufrí por los que dejé atrás en la montaña.

Había sido sin duda la etapa más dura y bonita de todo el camino y no me extrañó que el americano gigantón se echara a llorar al registrarse "I'm so happy to be here, thanks Lord I'm here".

Bosque de castaños

Nieves en las cumbres

Un pequeño paso en Galicia

De Ponferrada a Villafranca del Bierzo


Villafranca es la capital histórica del Bierzo. Ponferrada la moderna. Entre medio hay un camino hacia el pasado sencillo de transitar.

Las viñas del Bierzo
Primero se cruzan los sorpendentes y lujosos suburbios. Grandes caserones construidos como palacios de hadas al calor de algo que aún no conozco y un estadio de la Ponferradina que por aquel entonces soñaba eliminar al Real Madrid en la Copa del Rey.

Luego pueblos donde TODA la gente es sorprendente feliz y optimista. Uno tras otro, hasta que un viento frío y húmedo sopló y se los llevó todos a donde yo no se. Un otoño viñícola me recordó que sin darme cuenta llevaba 20 días fuera de casa y que silenciosamente se acercaba Santiago, la soledad y noviembre.

El Bierzo es una denominación de origen vinícola joven y un grupo de domingueros algo tomados nos saludaba y enseñaban sus chuletas de cerdo.

Algunos albergues ya estaban cerrados y tuve que forzar el paso hasta Villafranca. Un par de repechos y sucedió algo que sigo considerando mágico. Por un momento anduve por todo los cuentos que me habían contado de pequeño. No era el lobo el que se escondía en el bosque, sinó una caperucita roja, y por supuesto, los fecundos manzanos daban frutas venenosas que podían adormecer hasta al vasco más grandullón. La luz se volvió dulce y mostró colores amistosos en las laderas de las montañas que jamás había visto.

Una calle embarrada nos dio la bienvenida a un pueblo espectacularmente bello y vacío. Era imposible que tanta belleza estuviese inhabitada. Era Macondo el día después del diluvio, cuando el último de los Buendía leyó la condena de su estirpe.

Sentía un aire increiblemente puro e inocente. Sentí asco por los que ensucian el aire que yo respiro, sentí que tenía derecho a respirarlo eso cada día. Sentí que mi vida debía ser un cuento. Sentí que debía volver allí y mostrarle a las personas que más quiero. Sentí que ellos sentirían asco por quien contamina el aire, sentí que sentirían que tenían derecho a respirarlo cada día. Sentí que sentirían que su vida debería ser un cuento. Sentí que deberían volver allí y mostrarle a las personas que más quisieran. Sentí que las personas...

Calor compartido
Villafranca es un buen lugar para empezar a ser ecologista, para darse cuenta de la perfección de la naturaleza, por sentirse responsable y parte de ella,... pero esto fue una percepción personal, muchas otras personas no pudieron disfrutarlo y se fueron al albergue con yacuzzi. Sinceramente, yo había encontrado la felicidad por primera vez desde hacía muchísimo tiempo y me di cuenta que cuando estás realmente bien no necesitas nada, tal vez a alguien.

Cuentos Cotidianos


Entrelazadas, sobrepuestas, intercaladas, paralelas, alternativas, sobredimensionadas, exageradas, silenciosas, puras, sinceras, ... así son las historias y las vidas... y nada más.. Al volver a casa, con una nueva prespectiva mucho más alejada de la realidad me di cuenta que no era el único que cambiaba y descubría. Pobrecito!! No se puede hacer nada solo.

Hay gente que pasa desapercibida. Alguien en mi camino fue inolvidable, por reunir valentía e imaginación en cantidades irrepetibles. Esa persona hoy muestra al mundo sus inquietudes y lo hace derrochando talento en un proyecto que pronto se le quedará pequeño: "Cuentos cotidianos"

http://cuentoscotidianos.wordpress.com/

y como las historias están entrelazadas, sobrepuestas, intercaladas,... quien iba a decir que escondido, como una pulga amaestrada alguien se acordara de un pobrecito y solitario escritor vagabundo.


Algunas palabras sobre la suerte


Hay milagros cada día y si algo descubrí en este viaje es que no se distribuyen aleatóriamente. Observar sobre que personas cae la gracia del azar y en que circunstancias me ha traído a escribir este pequeño tratado sobre la  fortuna.

Lo que aquí quiero comentar no se refiere a la clase de suerte estadística, como la lotería, o la de que llueva el día que organizas una barbacoa. Si no a la capacidad de ordenar las circunstancias inconscientemente hacia la obtención de unos objetivos, preestablecidos o no.

El primer parámetro es distinguir un acto como espectacular o cotidiano. Somos pocos conscientes de lo que nos envuelven. Quizás en el desierto seríamos capaces de sentir todo lo perceptible, pero no en lugares habitados o con vida donde se colapsan nuestros sentidos. Por una cuestión de agotamiento filtramos gran parte de los estímulos. El porcentaje restante depende de las capacidades personales y de la educación. Aprender a sentir una franja concreta, fuera de lo habitual, no es para nada sencillo, pero se agudiza al cambiar de ciudad cada día, al esforzarse en comunicarse de forma no oral con extranjeros, pasar mucho tiempo reflexionando solo. Sería un milagro encontrar un restaurante justo cuando tenemos hambre o es más probable que filtremos los olores del kebab más cercano.

El segundo hecho a tomar en cuenta es la capacidad de exponer nuestras necesidades ya que ésta es la mejor forma de recibirlas altruístamente o mediante un intercambio. Por diversos motivos somos incapaces de mostrar nuestras debilidades: no queremos mostrarnos débiles, queremos demostrarnos nuestra independencia, no queremos deber ningún favor, desconfiamos de los extraños,...

Otro hecho a tener en cuenta es distinguir la suerte de un acto trabajado. La suerte seria fruto de algo espontáneo, mientras que lo trabajo implica un esfuerzo. Los casos que se me mostraron y sirvieron para reflexionar se rebelaron algo engañosos, puesto lo que parecía pura suerte llevaba un trabajo oculto y lo que parecía trabajado no hubiera sido posible sin fortuna.

Es agradable haber comprobado que la suerte ayuda a esas personas que creen actuar bajo criterios de bondad. Continuamente se reciben consejos contradictorios entre la honradez y el abuso por terceros. Pero ser buenas personas nos vuelve entrañables y queridos, y en mayor grado como más sinceras sean los actos. También he comprobado que el beneficio inmediato es el más efímero y todo lo que se desee conservar por más tiempo debe ser cocinado a fuego lento pero con persistencia.

La participación en comunidades o en pequeñas sociedades donde la gente comparte favores atendiendo a las habilidades de cada uno puede ayudar a tener "suerte" en lo deseado. En primer lugar se pierde el sentido de la soledad, hecho que atemoriza a la gran mayoría de las personas. Y en segundo aumenta la sensación de protección. Esta actitud tiene en vano una contrapartida: la generación de líderes y/o cohesiónadores, lo que significa una pérdida de libertad del individuo o un refuerzo en el autoestima de aquel que se le considera líder.

En cambio, la suerte no favorece a aquellas personas que se quieren aprovechar de los demás en beneficio propio o que actúen impulsadas por el rencor. Tampoco aquellas que gocen de mofarse o hacer sentir mal a las personas en público.

Varias personas anglosajonas hablaron conmigo de una diferencia de actitud entre protestantes y católicos. Los primeros creían que nuestro destino en la vida eterna estaba prestablecido e independiente de nuestros actos y que la suerte y éxito que tuviésemos en nuestra vida eran un signo de como sería la vida eterna, por eso, se esforzaban en mostrar que la vida "les estaba yendo bien", mientras que los católicos creían que el cielo se podía ganar con actos de buena voluntad en vida.

... Continuará

Uno más en el Bierzo


A partid de Manjarín los sentidos se volvieron a distorsionar. No fue el hambre, ni el cansancio, ni la falta de agua o sueño,... fue simplemente la belleza y la ansiedad por entrar en el Bierzo, región prospera más parecida al Edén o a la imaginación de algún pintor romántico de finales del XIX que al mundo de los mortales. A todo eso había que añadir un estado febril que aumentaba hora a hora.

Los montes de León son bien escarpados, por un lado se observan pueblos aislados, sus negras tejas y su campanario vertical, por el otro un valle donde su capital, Ponferrada, se asienta.

El camino puede estar surcado entre paredes, entre acantilados, o en lo cima de las carenas, con precipicios a ambos lados. La interacción de la ocultación y la plenitud es continua. La percepción entre lo lejano y cercano es engañosa. Y el bosque idóneo para el expolio de frutos secos y higos.

El Bierzo te da la bienvenida, y la primera pernoctación en Molinaseca es un buen anticipo de lo que me espera hasta llegar al O Cebreiro. Aquí se pueden ver algunos oficios antiguos y todo tiene un aire de otra época, como los carros con bidones de vino y los embutidos secándose por doquier.

Conocí un canario que peregrinaba desde Roma hasta Santiago: porque lo hace? - le preguntaba yo.- Porque puedo hacerlo- contestó. Para nada era la respuesta cierta, pero me pareció humilde y cómica. Conozco mucha gente que prefiere pasar el tiempo sentado, día tras día, aunque tenga la posibilidad de explorar el mundo o de realizar algún empeño en su vida. Ese hombre había venido andando desde Roma y solo le faltaban 200km para conseguirlo, solo porque podía hacerlo.

Durante la noche la fiebre había acabado conmigo y solo pude andar 8km hasta Ponferrada, donde el muy servil hospitalero me dijo que me esperase en la calle dos horas a pesar de explicarle, muy despacito, que me encontraba mal y necesitaba estirarme en un lugar donde no hiciese frío.

Compartí la habitación con el holandés J. un chico de 16 años (canadiense, como no) y un italiano gigantón que se volvía a casa con la rodilla destrozada sin llegar a su destino.

Ponferrada, cuenta con un castillo espectacular y en un estado de conservación brillante, en buena medida por la aportación de una ciudadanía respetuosa. También se puede visitar el museo de la radio de Luís del Olmo y comer rebién los productos del Bierzo.


Tinas con restos de uva molida. Con esto se hace el orujo

El hombre es efímero

Castillo de Pontferrada


El templario de Manjarín


Cuesta abajo, antes de sobrecogernos por las vistas visitamos la Encomienda Templaria de Manjarín. Manjarín es un pueblo donde todas las casas están en ruinas. Incluso la única habitada, por un ser místico.

Se trata de un guerrero templario algo quijotesco, viejo, gordito y bajo, siendo la antítesis del templario del imaginativo popular. Por la puerta de su casa se pasean perros y gatos entre carteles que indican como llegar a algunas ciudades de las antípodas.

Su casa se parece al taller de un ebanista y cuelgan dos grandes banderas de Castilla y León (a pesar del patriotismo solo-leonés de los últimos 200km). También exhibe una foto disfrazado con su túnica templaria y esgrimiendo una espada.

Mientras vende Coca-Cola suelta su cuento, entre vendedor ambulante de vigorizante y profeta de su causa. "Desde París hay un campo electromagnética de 50km de ancho que acaba en Santiago y de varios miles de Pascales". Hombre, 7 años estudiando en la universidad para que me vengan a contar que el campo electromagnético se mide en Pascales.

No censuro sus teorías apocalípticas, místicas y religiosas, pero algo divertido y comunicativo si que era ese hombre: "el mundo no se acabará en 2012 porque lo dicen los Mayas,... Nostradamus ya lo había predicho"

Cartel de entrada y salida de Manjarín y letreros geográficos 
Encomienda templaria

Ecosistema del camino

El templario después de instruirnos

Algo empieza en Cruz de Ferro


La tradición dice que al llegar a la Cruz de Ferro el peregrino debe arrojar la piedra recogida al salir de casa y de esta forma librarse de las dolencias que le lastran en su vida cotidiana.

Este acto de renovación se lleva haciendo desde antaño, y a consecuencia de siglos de peregrinación se ha acabado formando un montículo. Y lo que un día fueron piedras ahora ya es polvo compacto. También hay amuletos, camisetas, pintadas, cenizas,... y sobretodo lágrimas.

Aquí mucha gente se ha perdonado con uno mismo, ha cumplido promesas, ha depositado enseres de amigos difuntos... y ahora forman parte del substracto de esta montaña. Igual que mi piedra recogida la primera noche en calle Estafeta muerto de frío e inconciente de la experiencia que me esperaba.

Kim abandonaba las piedras de sus amigos. La sra.I lloraba desconsolada por los 8 años que había ahorrado por estar cicatrizando heridas. Y yo me perdonaba los errores, convirtiéndose en lecciones.

Un alemán chuleaba cargando una piedra de varios kilos enfrente de una suiza que no paraba de reír. Encerrados en cajas, los perros esperaban impacientes el inicio de la batida. Y un Sol orgulloso se levantaba, alumbrando algo más que un nuevo amanecer.



El mundo acaba en Focebadón


Si el mundo fuera plano, y con forma poligonal, Foncebadón sería sin duda su esquina. Pasar de ella sería insensato y se justificaría la insensatez de las personas que hubiesen decidido vivir allí, como comerciante o diplomático entre el mundo de los vivos y su cordura.

Foncebadón es mágico y la sensación de ser el primer visitante que cruza sus calles en siglos pone la piel de gallina. Fui recibido por una pareja de perros entregados al placer de la cópula mientras un chico pelirrojo con pecas manejaba un diábolo y su hermano menor le exigía el turno en perfecto irlandés. Los camareros de un restaurante celta vestían sus ropajes élficos y Jesús me recibió con una risa burlona "llegas tarde".

Jesús era el nombre del hospitalero voluntario. Lo había visto en Nájera y estuve a punto de comerme su jamón. Entonces me pareció alguien amargado, ahora rebosaba de felicidad en la soledad de Foncebadón, mientras leía una revista de computación. Llegaba tarde, exactamente dos días, des de que el primer peregrino que durmió en Nájera la misma noche que yo llegase a Foncebadón.

Esa tarde nos sentamos muy orgullosos a contemplar la caída del Sol y me sentí muy especial por encontrarme allí. Estaba en la esquina del mundo, a punto de coronar el Camino, junto a mis amigos.




De Astorga a Foncebadón: camino al fin del mundo


Cuando salí de Astorga solo tenía un pensamiento, debía esforzarme al máximo para dormir lo más próximo posible a la Cruz de Ferro y ver amanecer en el techo del Camino de Santiago a 1600 metros.

La Maragatería
El paisaje vuelve a ser asombroso y denso. Se anda entre la verja de un coto de caza y una carretera con más arrugas que el tiempo. Siempre hacia arriba. Y los pueblos parecen como los primeros pastos después del fuego, porque están renaciendo al calor del Camino y la neoruralización. 

El adobo efímero se quedó atrás en la Meseta. Aquí predomina la piedra eterna y los techos de pizarra. Hay más casas en obras de lo que podría imaginar. El turismo rural le está dando una segunda oportunidad al campo. Por cierto, en uno de estos pueblos vive un friki veterano de la legión que no te va a contar ningún chiste.

No me quería despedir de la Maragatería sin tomar el cocido maragato. Una mezcla de legumbres y carne de cerdo que parece nunca acabar, famosa porque se come en el sentido inverso a lo establecido, primero lo sólido y luego el caldo. En la montaña es mucho más barato que en Astorga y León, y seguramente mucho más bueno, pero no una buena opción si hay que seguir andando. Solo salir sentimos la necesidad de una buena siesta y los efectos flatulentos de las hortalizas.


Paso a paso cruzamos el enésimo desierto demográfico. La tierra aun humeaba y lloraba el sacrificio del último sensato que se había entregado a los deseos del loco pirómano. Entre matorrales y a los pies de una fuente en luto encontramos el retén exalando aire limpio, tumbados, con cara de haber perdido todos los partidos de la liga, sin sacarse las ropas innífugas que les hacían sudar y sudar por si eran llamados al frente donde quizás sus almas expirarían. Le dimos ánimos al conductor del camión, cuando nos dijo, ese de allí es el hermano del bombero difunto.

Cocido maragato
El retén estaba lleno de inmigrantes dando la cara para lo que mucho de nosotros ya no tiene valor. Sentí una fuerza que me planto, sin darme cuenta a 1400 metros de altura. ¿Seria rábia, o impotencia, o las ganas de cruzarme con el pirónamo para vengarlo? pero esa fuerza me hacía andar arriba y arriba. Hasta que llegué a un poblado, sin asfaltar, con surcos en la calle, casas en ruinas y un hospitalero que me resultaba familiar "yo a ti te conozco", "llegas tarde" me contestó el hospitalero de Foncebadón.



Cocido maragato

Los brasileños llegan a Foncebadón

De León a Astorga por la Maragatería.


Larga vida para Agapito
A partid de ahora se suceden los paisajes, las emociones, los kilómetros, las personas, los retos, la comida, las anécdotas... a un ritmo incontrolable y desbordante, con casi 500km en las piernas había aprendido a disfrutar cada momento de esta experiencia.

Quizás debería decir que abandonar León fue como abandonar cualquier otra ciudad, y en parte lo fue, otra vez andamos por polígonos, barrios periféricos e íbamos cambiando de pueblos sin abandonar el asfalto. Nos despidió con el edificio del Parador iluminado a media luz. Mientras contemplábamos esa belleza nos mezclábamos con los transeúntes que se faenaban en atender sus rutinas.

Justas en el puente romano
Sabía que en San Miguel del Camino vive uno de los personajes más famosos del camino. Una de las pocas personas que ofrecen ayuda altruista los 365 días al año: agua, frutos secos, galletas, hasta tiene su propio sello "Un amigo del camino y del peregrino te desea suerte en el Camino" para la credencial. GRACIAS AGAPITO. No como el pseudo-hippie de "la casa de los Dioses" cerca de Astorga, quien recomienda donaciones infladas para restaurar su "albergue". La bondad y la codicia viven más cerca de lo que pensamos.



La vaca mariposa tuvo un ternero, un lindo becerrito como un
bebé, hay papaíto lindo dicen los niños cuando lo ven nacer
y ella lo esconde por los mingotes que yo no sé.
Abandonar León sirvió para afrontar una realidad que leíamos en los periódicos de las cafeterías. El monte ardía porque así lo había decidido un loco, veintitantos fuegos, como el que quemaba a nuestras espaldas o el que acababa de matar a un bombero cerca de la Cruz de Ferro. 

La aventura de Fufu y Apa
Luego vinieron carreteras, ferrocarriles, campos de maíz, puentes romanos, desiertos demográficos, páramos llanos sin curvas. Y el paisaje volvió a cambiar en pequeñas montañas llenas de encinas y robles, campos abandonados que retrocedían frente un ecosistema que reclamaba su espacio. Poco follaje cubría el suelo otoñal, bellotas como puños, pasto para jabalíes, ciervos e incluso el lobo que jugaban al escondite mientras que milanos, ratoneros y otras rapaces surcaban un cielo plomizo. Todos los elementos de la naturaleza jugaban entre si como si nosotros no existiésemos.


Astorga se distinguía a lo lejos con una maravillosa catedral y el Palacio de las Hadas y el último repecho interminable hacia uno de los albergues más acogedores. Pasear por las calles de la enésima ciudad museo no fue para nada una pérdida de tiempo.




Paisaje típico de la Maragatería

En el Palacio de las Hadas

Un León para comérselo


Aun hacía mucho frío cuando llegué a León e intentaba buscar un lugar soleado y cómodo para esperar a mis compañeros. Pero los pocos que habían estaban ocupados por jubilados, parados y borrachos. Era tiempo para disfrutar del paladar en la capital de una provincia donde se podía disfrutar de verdaderos manjares en un barrio que se llama el Húmedo, quizás el único lugar de España donde los restaurantes aún no pertenecen a Chinos.

Sin ton ni son, en la Plaza Mayor, una mujer mayor me contó la historia del lugar. "No, es que yo lo escucho de las guías desde hace año y me gusta contárselo a los peregrino- decía algo tímida" que gusto encontrarse gente así en todos lados. No como la mujer que, tumbado en el suelo de la plaza de la catedral, me dijo, -juventud, divino tesoro- y ella se sorprendió cuando contesté -que te vas para no volver-. -¿De donde eres? - Barcelona - Oh, catalán, sois unos judíos, y los judíos os caracterizáis por querer acaparar-. Bueno, no fue exactamente así, pero se resume así (y siendo políticamente correcto).

La casa Botines fue un proyecto que Gaudí realizó para  un empresario de la industria textil. Ahora pertenece a un banco y no es visitable y no funciona decirles que trabajas en el banco, porque no les hace gracia. La catedral está en restauración y se puede visitar la plataforma que hay a la altura del rosetón.

El albergue es un poco extraño, echan el cerrojo a las 22, y te dan de desayunar, pero una voluntaria te pincha para que des "un buen donativo".

Catedral de León

Siesta con Gaudí

De Mansilla a Leon por la Nacional


Fue dificil tomar la decisión, pero no había otra forma, la siguiente etapa la debía hacer en autobús. Ya la estación me pareció un lugar tétrico, donde la gente miraba embobada las represiones en Siria por la TV. Nadie hablaba. Y seguro que nadie atendía. ¿Entonces que hacían?

El autobús no era muy diferente. Nadie hablaba, parecía que fuésemos dirección a Kiev en lugar de una ciudad de España. En cambio, por la ventana veía a los peregrinos, contentos, caminando en grupo o solos pero casi todos sonriendo, desprendían como una luz.

Mientras tanto le daba vueltas al precio del billete, un poco más de un euro. Y me dí cuenta que había olvidado lo fácil que era andar 25 km en un autobús y lo poco que te aportaba, más que el ahorro de tiempo por llegar a un lugar que de otra forma hubieses llegado igual.

Por la ventana buscaba a I. F. y Aparicio, hasta que los vi. Ellos me saludaron y yo también desde la ventana. Que estúpidos los cuatro. Al llegar a León me di cuenta que los cristales estaban tintados y no se podía ver desde fuera. Así que lo más seguro es que fuesen saludando como locos a todos los autobuses que vieron esa mañana solo para darme ánimos aun sabiendo que en solo uno de ellos estaba yo.

Soñar es viajar a un mundo al que anhelas ir

Mansilla y vuelta a empezar


Cuando pisé el asfalto al entrar en Mansilla empezó un paseo por el Gólgota hasta el albergue. Renuncié a todas las ayudas que recibí de los compañeros que me pasaban por la derecha mientras, primero mi mano, luego mi brazo y finalmente casi todo mi cuerpo se apoyaban en la pared al andar. Recuerdo que hasta la saliva se volvió más espesa y me costaba más tragarla.

Me sentía estúpido, mucho más joven que las personas que me pasaban, por abusar de mi, por no querer descansar a pesar de que cada día me rompía un poco más. Y sobretodo por pensar que el Camino se debía hacer solo.

Esa tarde, cuando el farmacéutico me recomendó pasar por el hospital a que me pinchasen el talón me veía de vuelta a casa, como el gigante italiano que se quedó sin rodilla en Ponferrada o la inglesa que se partió la nariz al desmayarse. En la litera, tapado por una toalla, fui recibiendo la visita de los amigos, quien se interesaban y me traían medicamentos y comida. Cuando me di cuenta medio albergue estaba alrededor de mi cama haciendo ruido.

Esa noche cuando bajé, las tiendas estaban cerradas y la gente me dio un poco de su plato sin que yo se lo pidiese. Me tragué el orgullo absurdo que traía de casa y me reí mucho, muchisimo, cuando mi amigo japonés Jordi, de 45 kilos venció a un vasco de 100 a copas de vino o cuando un canario usó unas cucharas como instrumento de percusión mientras acompañaba un galés a la guitarra.

Ya había aprendido la lección, pero espontáneamente se sintetizo A Coruña: "es muy importante aprender a pedir ayuda". Es cierto, es el primer paso para que alguien lo haga y hay mucha más personas dispuestas a dártela de las que esperas. Y allí donde fui tuve siempre una mano tendida.

En el camino, nunca estás solo