Para una Barcelona en confinamiento por primera vez en mucho tiempo, y lo más seguro, la última en las vidas de sus ciudadanos, es bueno recordar los antecedentes y como actuó la ciudad en el pasado, cuando los brotes de enfermedad eran muchos más frecuentes, igual que los desastres naturales, plagas, incendios, guerras y motines.
Como resultado de esos desastres, la ciudad, y todas las ciudades de Europa tienen rastros visibles en monumentos, fachadas y festividades. En el área de Barcelona, se puede encontrar un pequeño cementerio de tuberculosos en el camino que va de Can Ruti hasta la Conrería de Tiana, una fosa común en el subsuelo de la Plaza de Sant Just Pastor, la fundación del Cementerio de Poblenou, el más antiguo de la ciudad y que sirvió durante la epidemia de fiebre amarilla de 1821, la fuente en la Plaça del Pedró, en el Raval, que provisionaba agua limpia durante el tifus de principio de siglo XX. El remplazo de Santa Eulalia por la Mercè como patrona de la ciudad se dio a final del s.XIX para agradecer a la virgen que acabase con una plaga y otros, que harían de este artículo uno mucho más largo.
Pero el coronavirus ha irrumpido en pleno s.XXI, bajo una sociedad a prior más culta y menos influenciable, y en un estado de la medicina mucho más avanzado. Por esto, con una mentalidad mucho más racional, no haremos procesiones a la Virgen, como se hacían durante la peste negra del siglo XIV ni culparemos ni quemaremos a los judíos, porque ya se demostró que ni era su culpa, ni cambió la situación. Entre todos, sin excepción, aprovecharemos esta oportunidad, para leer, conocernos y realizar esas tareas que llevamos procrastinando.
La sanidad, que ha sido desde siempre un bien de ricos, y de beneficencia para pobres, pero que alberga un gran saber popular en plantas y otros remedios que han servido algunos como fundamento a la medicina moderna y en otros superstición y placebo. Barcelona tuvo uno de sus primeros hospitales en la Calle de la Paja, calle que se encuentra entre la catedral y la Rambla y que se encontraba fuera muros en tiempo romano. Fue el Hospital de Sant Sever, un eficio que ha estado abandonado y apuntalado en los últimos años, y desde hace unos meses, oficinas cool. Actuó como tal, des del siglo XIV hasta 1925. Otro hospital, curiosamente, en la calle Hospital, se construye a principios del siglo XIV, al borde de la antigua calzada romana, en el tramo entre la segunda y tercera muralla. Este hospital fusionó a 6 que ya existían en la ciudad, des del siglo XII, y funcionó hasta que se quedó pequeño de nuevo y alguien que se hizo muy rico pagó a Montaner para hacer el hospital de Sant Pau. Curiosamente, quien pagó esa obra también se llamaba Pau. Luego proliferaron los hospitales públicos y míticos de la ciudad, como La Maternitat, el Clínic, l'Hospital del Mar, Vall d'Hebrón, Bellvitge y enfrente el Oncológico de Catalunya (en Hospitalet).
Las ratas que vinieron de Génova
La primera gran epidemia de la que quiero hablaros fue la Peste Negra, y fue devastadora para toda la Europa del siglo XIV, que ya estaba globalizada y donde aun convivían las tres culturas en Barcelona. Mató al 60% de los barceloneses y gracias a ello, los descendientes de los supervivientes, adquirimos la inmunidad que devastó a los nativos americanos. En el caso Catalán se engloba dentro de una racha de malas cosechas, motines e inflaciones que llevaban años asolando el reino (lo primer mal any). Se culpa de la llegada de la enfermedad a un barco genovés, que ya tenía la bodega repleta de afectados. Los descargadores del puerto fueron los primeros ciudadanos en "pillarla" y de allí, se transmitió al resto de la ciudad. Hay que pensar que en ese momento de la historia no había puerto y los barcos se descargaban en pequeñas barcazas hasta llegar a lo que hoy es el Pla de Palau.
Los muertos se enterraban entre capas de cal, para que la descomposición oliese menos. Lamentablemente, las fosas se instalaban en campos santos dentro de la ciudad. Esos cementerios, no han desaparecido, sino que se volvieron en plazas cuando el Estado se quedó bienes de la Iglesia en 1835 y gracias a ello, tenemos algún que otro espacio abierto en Ciutat Vella. Fue una enfermedad que mató a ricos y a pobres, anónimos y celebridades, pero sobretodo a aquellos que solían estar en contacto con moribundos: mujeres, médicos, notarios y clérigos. En el Hospital de la Santa Creu, el que se encuentra curiosamente en el carrer hospital, tiene una cruz y varios santos que conmemoran esa peste.
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Dança de mort, Verges |
Enfermedades del Nuevo Mundo
Siguieron sucediendo plagas cada 15 o 20 años, pero fue en el siglo XIX cuando la fiebre amarilla mermó la ciudad. La trajo un barco que hacía la ruta entre La Habana y la península, El Gran Turco. Barcelona no fue ni la primera ni la última de las ciudades que la sufriría, ya que fue un mal común en América y también en las ciudades que tenían un fuerte comercio (igual que pasaba en Sevilla, como vimos en la serie de Movistar+ "La Peste"). La Fiebre Amarilla entró por la Barceloneta, donde existía el puerto antiguo y forzó el aislamiento del barrio.
La Fiebre Amarilla es una enfermedad transmitida por mosquitos que hace de la piel del hombre amarilla y de su vómito negro. Una vez afinado el barrio de la Barceloneta, se abrieron 3 lazaretos (edificios para aislar enfermos), uno el mítico Hospital de la Santa Creu, y 2 en la Villa de Gràcia, barrio recién creado unos años antes. Finalmente, el 5 de setiembre se aisla a toda la ciudad y el ejercito la acordona, en la explanada que es hoy el barrio de l'Eixample. Los ciudadanos hacen dos cosas: la primera, organizar cenas populares ya que habían visto que la enfermedad se propagaba dependiendo de su eslabón más débil, la segunda, mudarse a la ladera de Montjuic, más o menos donde hoy está Magoria-La Campana, ya que allí el aire circulaba mucho mejor. Claro que, eso si no eras un ciudadano pudiente, entonces, te dejaban escaparte a Esparraguera, cerca de la Moreneta.
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Puerto de Barcelona |
La Fiebre Española, que no era española
El siglo XX no empezó con buen pié: la tuberculosis, el tifus, cólera y el virus tipo A que se conoció como la Fiebre Española.
Esta fiebre no fue española para nada, de hecho no fue ni el primer país, ni el más afectado. Se cree que los primeros positivos se dieron en Fort Ridley, en Estados Unidos, entre reclutas que se preparan para luchar en Europa. Una vez en Flandes la fiebre cruzó la trinchera. Pero para no mermar la moral de la tropa se culpó al país que hablaba públicamente de la enfermedad y que luchaba para ponerle remedio.
España contratacó y la llamó "El soldado de Nápoles", pero el nickname no prospero. Es en este momento que se inventan y se popularizan las mascarillas, aunque luego se descubrió que no servían para detener el virus.
De las muchas epidemias que tuvo Barcelona en esa época me parece curiosa la del tifus. Enfermedad que tenemos asociada a países tropicales y que se contagia por beber agua en mal estado. Habeis de pensar que en esa Barcelona se bebía leche fresca de vaca, de vacas que pastaban en los patios interiores de l'Eixample y los establecimientos donde se compraban se llamaban granjas. Pero aunque las vacas fuesen urbanas, seguían defecando a su placer, y contaminando el ambiente. El ayuntamiento de entonces pensó que la mejor solución fuese llenar la ciudad de fuentes y garantizar el abastecimiento de agua limpia. El estado nacionalizó el "Rec Condal", que lleva el agua al centro de la ciudad, donde no había agua corriente en las casas, y curiosamentee en esa zona hubo menos casos de tifus que en los barrios ricos de l'Eixample.
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Interior del hospital de Sant Pau |
El cólera que Franco silenció
Ya estaba el "Caudillo" mayor, cuando en 1971 el cólera entró en España. Esta enfermedad provoca diarreas muy fuertes, y por tanto, efectos propios como la deshidratación. Esto se llevó por delante a 400 barceloneses, mientras que el resto del país vivía en la desinformación y se culpaba a los extranjeros de boicotear a España, que se estaba abriendo al mundo como potencia turística.
Aquí podemos leer como la prensa lo ocultó, a pesar que en Irún forzaban a los españoles a vacunarse si querían pasar a Francia.
Conclusión
Aunque el estado de bienestar haya hecho de las epidemias algo que el primer mundo había olvidado. Aun forman parte del día a día en diferentes zonas olvidadas. Sentir lo que padecieron nuestros antepasados o nuestros compañeros de otros países nos hace cuestionar nuestra fragilidad como individuos, pero nuestra grandeza como sociedad. La humanidad erradicó la viruela y podrá con todo lo que se proponga. Ahora que el problema ya es global, que la información y el buen humor nos mantenga unidos y no caigamos en los prejuicios ni los errores de las generaciones pasadas.