Donde ir a olvidar una pandemia (II) : Priorat, Prades i Solsona

Ya queda un día menos. Y al salir de esta claustrofobia invadiremos la Carretera de les Aigües, La Mola y no cabrá ni una Lambreta en el aparcamiento de Montserrat. Veremos tanta gente de pronto, que lo más probable es que prefiramos pasar otro mes encerrados. Para evitarlo os traigo unas propuestas y para hacer la transición algo más pausada, algo más humana.

Priorat, Prades y Siurana

Durante la reconquista, se cedió la sierra de la comarca del Priorat a una congregación religiosa, para que sirviera de punta de lanza frente al último reino musulmán de Catalunya, el Taifa de Xibràna, hoy Ciurana. En este pequeño pueblo, antigua fortaleza, saltó la princesa mora con su caballo por un barranco, al no querer ver su reino cristanizado. El pueblo es alejado y recondido, no está cerca de nada, y hay que ir a posta, pero vale la pena. Y está tan aislado que un enigmático nazi se exilió hasta su muerte, en 2002.

Serra de Ciurana


Lo mejor es subir des del Monasterio de Poblet, cerca de Vimbodí. Después de casi una hora de curva en curva, entenderemos porque aquí vamos a encontrar poco barcelonés. El pueblo de Prades pasa hasta desapercibido, es el típico pueblo medieval, pero sin un millar de autobuses en la entrada.

Pero un poco más adelante, bien comidos y habiendo hecho una siesta, entraremos en el Priorat. Aquí el vino es tan bueno gracias a su tierra pizarrosa que tiene su propio libro escrito por Noah Gordon. Es sorprendente que haya un pueblo autoproclamado el Nueva York del Priorat, pero lo más sorprendente, y con un poco de suerte puedes coincidir con una docena de turistas, es en las ruinas de la antiguo monasterio de clausura (ellos si que sabían lo que era estar encerrado). Debe ser uno de los monumentos menos visitados de Catalunya, Escala Dei,  y eso que es el Machu Picchu del Priorat.

Escala Dei, El Priorat

Solsona

Antes, este pueblo (capital de comarca) tenía algo de vida. Se veían subir y bajar autobuses para Andorra todos los fines de semana, hasta que construyeron la autopista de Pons. Caería en el olvido si no fuese por dos eventos que frecuentemente salen a los medios, ser el pueblo insignia de la tradición de "gegants", y por haber colgado un asno desde el campanario con una soga por carnaval. Carnaval que se celebraba incluso en el franquismo, "troleandolo" como fiesta patronal de invierno.

Aunque el casco antiguo tiene mucho encanto lo que os recomiendo es que busquéis rutas en el municipio descentralizado de Montpol. Es decir, uno de esos pueblos simbólicos formado por un ayuntamiento y una escuela y que gestionan decenas de masies, en la que no creo que se esté pasando un mal confinamiento. Aquí podéis encontrar playas fluviales, que son como las de costa, pero que no te llenan el coche de arena. Mi favorita es la Rivera Salada, donde uno puede empezar a hacer barranquismo sin aglomeraciones, ni instructores, ni seguros. Si las dos docenas de personas, principalmente de Manresa, te parecen multitud, puedes llegar hasta el pantano de la Llosa del Cavall o perderte del todo en la Vall del Lloch.

Si se te ha hecho corto, de bajada puedes parar en Cardona, cuya fortaleza fue la última en rendirse durante la Guerra de Sucesión, incluso después que capitulara Barcelona el 11 de setiembre de 1714 y que en días de niebla nos regala fotos como esta.

Cardona, foto: Cardona Turisme

Donde ir a olvidar una pandemia (I): El Maestrazgo, Vall d'Aran y Vall de Boí

Tu como yo, llevamos ya dos semanas sin perder la vista en el horizonte. Y yo como tu, he cambiado el hábito de quejarme por los planes cancelados, procrastinados o deseados, por una imposición de una nueva rutina, lo más productiva posible. Estas dos semanas indican que hemos pasado entre un cuarto y la mitad de la reclusión y que por tanto, gozaremos de la libertad de movimientos a finales de abril o a principios de mayo. Lo más probable, es que no podamos viajar con tranquilidad al Serengeti en los próximos dos años, y que la lista de requisitos para entrar en Estados Unidos sea inabarcable. Ni siquiera creo que pueda volver a ver los buitres de Monfrague pronto.

Pero si algo ha traído la reducción de emisión de carbono, no haber ido a esquiar o no haber abocado domingueros es que la naturaleza ha podido realizar su ciclo anual como no lo había hecho en años. Y el aire limpio de Barcelona o el jabalí que bajó de Collserola así lo indican.

Espero que cada día, a los ocho de la tarde, cuando todo el país estalla en aplausos, sigas teniendo en mente, que harás, donde irás y a quien verás cuando todo esto acabe. Y por si te cuesta arrancar, aquí te dejo unas ideas.


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El Maestrazgo


Como bien sabéis, una cosa son la fronteras administrativas, y otra las culturales. Esta provincia, se encuentra divida entre tres comunidades, la valenciana, la catalana y la aragonesa, pero su identidad es única e indivisible, ya sea por la lengua, la comida (como los orejones) o la música. Y también por haber sido una de las pesadillas de Franco durante la Guerra Civil.

Des del lado catalán existe una antigua vía de tren, ahora convertida en vía para caminantes y excursionistas. Nace en Tortosa, donde se puede llegar en transporte público, y ladea el Ebro. Luego empieza a empinar y tras travesar viaductos, túneles y estaciones abandonadas se entra en La Terra Alta. Allí enseguida vemos que estamos en una comarca vinícola, en Pinell del Brai encontramos una de las primeras coperativas agrarias del país. Después viene Bot, Horta de Sant Joan, Arnes, Cretas y Vall de Roures. Estos pueblos tienen algo especial y algo excepcional, esán vivos y no son un refugio para domingueros. En Horta de Sant Joan se puede visitar el centro de interpretación de Pablo Picasso, ya que el artísta pasaba los veranos de su juventud aquí. En general, en todos estos pueblos se puede ver la una arquitectura característica muy bien conservada.

Beceite: fotografia de la web de turismo de Aragón

Aun así, esta tierra fue escenario de la batalla decisiva de la Guerra Civil. En la Sierra de Pandols-Cavalls se atranchilleraron las tropas republicanas por más de 100 días y ello llevó a la destrucción de pueblos como Corbera d'Ebre, ahora visitables, y que en la tapia del ayuntamiento de Arnes, se vean las balas de los fusilados. O que en el monumento a la victoria franquista de Vall de Roures la CNT lo haya pintado de rojo y negro.

Hay varias excursiones fáciles para hacer. Puedes subir hasta el Mont Caro y ver amanecer. Des de allí se ve claramente la "banya" del Delta de l'Ebre, y la silueta de la estutua del rebeco (o quizás algun rebeco de verdad, una variante de la cabra montesa). Y para los tramposos, sabed que se puede subir en coche. La otra excursión típica es el Parrizal de Beceite, que consiste en un camino angosto entre muros de piedra a través del río Matarraña. La tercera excursión se encuentra en el tramo Valenciano y es a través de la Tinença de Benifassà, donde se encuentran pueblos minúscolos y preciosos como Herbeset.

Para acabar la ruta, des de Aragón se cruza al País Valencià, en la comarca del Ports. El pueblo más importante es Morella. Un pueblo medieval, con un gran castillo roquero y un surtido de restaurantes de primera categoría. Desde aquí arriba fue donde Jaume I inició la conquista de la València musulmana.

Vista de Ports de Tortosa-Beceite


Vall d'Aran y Vall de Boí


Si decidimos visitar estos dos valles podremos gozar de dos parajes pirinaicos muy peculiares y diferentes entre ellos. El valle de Aran fue una adquisición para la corona de España una vez se firmó la Paz de los Pirineos. Al ser el único valle que da al norte, está rodeada por altas montañas y la frontera francesa. Por eso, ha mantenido su identidad, que no es ni catalana, ni española, ni francesa, sinó occitana, teniendo su propia arquitectura, gastronomia y sobretodo, lengua propia. Este aislamiento también fue lo que llevó al maqui, el grupo guerrillero antifranquista de la postguerra a asaltar este valle, en octubre de 1944 (enlace)

Al sud encontramos La Vall de Boí, dentro de la comarca de l'Alta Ribagorça, uno de los antiguos condados catalanes. Si algo tiene de particular este pequeño valle, son los dos reconocimientos que la UNESCO ha hecho. El primer Patrimonio de la Humanidad reconocido son las iglesias románicas y sus frescos (hoy en el MNAC). El que más destaca de ellos es el de Taüll. El otro Patrimonio de la Humanidad es inmaterial y son las Fallas de los Pirineos, un descenso con antorchas que se viene realizando desde antes del cristianismo y la romanización.

En la Vall de Boí se visitan varios pueblos, como Taüll, el más comercial y expectacular a Durro, que al encontrarse más aislado es más genuino. En este mismo valle encontraras un balneario. Algo que puedes hacer, y es gratuito, es recorrer sus fuentes, cada una de las cuales, tiene propiedades distintas, desde la sanación muscular, a una fuente alta en azufre que limpia la vista. También puedes esquiar o entrar al parque natural más antiguo de Catalunya: Aiguestortes.

Taüll, Vall de Boí

Cruzando el túnel para Vielha llegamos a Aran, otro mundo totalmente diferente, como se vió antes. Vielha (5500 habitantes)  no tiene para mi un gran interés. Lo que si te recomiendo es que te acerques en coche hasta las pistas de esquí de Beret (donde esquía la familia real y los famosetes) y desde allí sigas a pie por el camino de tierra hasta el pueblo abandonado de Montgarri, pueblo abandonado con un propietario curioso. Otra visita típica es al "els ulls del jueues", una ruta facil para ver cascadas, y el único sitio donde he encontrado fresas silvestres. Finalmente, mi recomendación secreta es que os acerqueis hasta Sant Joan de Toran, uno de los pueblos menos afectados por el turismo.



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Cocina para una pandemia: hoy "Trinxat casolà de la Cerdanya"

Seguimos vivos, y eso es lo importante. Sería interesante acercarse al Pirineo y ver el deshielo. Sería interesante, pero por ahora, solo es posible a través de las web-camps abiertas (como esta de la Vall de Núria), con la venta de par en para para disfrutar del aire limpio de Barcelona, que se empieza a aparecer al de un pueblo. Pronto podremos repetir los viajes para cruzar la Cerdanya Norte en bicicleta, pero por ahora solo puedo releerlo aquí, e ir al super a comprar los tres ingredientes que hacen falta y que encontraremos pase lo que pase: patata, cebolla y col.
  1. Primero se pone a hervir una buena olla de agua
  2. Se hierven las patatas. Si son muy grandes, pártelas.
  3. Cuando llevamos un rato hirviendo patatas, echamos la cebolla, partida en dos
  4. Una media hora más tarde, acabado el capítulo de Netflix. Se hierve la col troceada y se hecha sal y pimienta al gusto
  5. Yo os recomendaría que lo hirvieses hasta quede agua para llenar dos basos.
  6. Se cuela y se guarda el líquido sobrante, ya que quedará muy buena para un caldo.
  7. Se "trinxa" todas las verduras para que quede una masa homogenia
  8. Finalmente se sofríe la verdura en una sartén con algo de ajo (y sinó eres vegano, panceta) 

Atención, la digestión puede ser costosa, no ingerirla antes de dormir si no se duerme solo. Puede hacer la convivencia difícil, aunque como decíamos de campamentos: "los pedos por la noche, son huérfanos".

Cocina para una pandemia: hoy, "sopa de corona gamba"

Sales a la calle cada dos o tres días, disfrutas como nunca de cada rayo de luz como nunca lo has hecho antes, o quizás, desde una infancia muy temprana. Hace tanto que no te fijabas que descubres tantos detalles en lo que antes solo era el primer paisaje de las mañanas. La compra, ya lo sabes, se ha convertido en un acto de liberación y te parece mágico todo, los estantes llenos, la variedad del marketing y la música que te parecía hortera por fin te emociona. 

Solo te falta llenar con el tiempo sobrante otros sentidos que siempre habías procrastinado o delegado a través de un pago. Aquí una receta, de esas de hervir unas horas y ponerse a ver Netflix.



Aquí va lo que necesitas:
  • Gambas, de las gordas, pero sobre todo que no estén cocidas (te fastidía gastar 6 euros por medio kilo, venga vamos, si estamos vivos y te regalan perejil, ...)
  • Una bolsa de zanahorias de esa del Mercadona
  • Dos cebollas (y ya que estás compra unas cuantas más para una tortilla de patatas)
  • De la nevera del corte de carne, un hueso de vaca con carne bien grasienta
  • Aceite y sal
Y aquí como hacer el mix:
  • Pon a hervir una olla bien grande
  • Agarras una sarten y cuando el aceite esté bien caliente, hechas las gambas y las tapas, si tienes guindilla, esta es un buen complemento. No te vayas a ver Netflix, a los dos minutos hecha el perejil y dale la vuelta a las gambas.
  • Saca las gambas y separa la cabeza del cuerpo. Las gambas te las comes cuando se enfríen un poco, la cabeza vuelve a la sarten y apretas las cabecitas bien fuerte contra la sarten. Cuando suelten los sesos agarras toda la argamasa de aceite y las propias cabezas y las hechas en la olla, que ya debería tener el agua hirviendo.
  • Espera 5 minutos y saca las cabezas del agua (con unas pinzas, animal!, no con la mano)
  • Ahora parte las dos cebollas y corta las zanahorias como si fuesen papas fritas y todo para la olla. Esperate dos horas mirando Netflix
  • Vuelve y hecha el pedazo de hueso con carne grasienta. Vete a ver una horita larga más de Netflix.
Ahora a esperar a que se enfríe y a disfrutar. Importante, pon lo que te sobre en la nevera una vez se te haya enfriado

Una vez la hayas cocinado escribe un comentario y dinos que te ha parecido




Las cuarentenas de Barcelona

Para una Barcelona en confinamiento por primera vez en mucho tiempo, y lo más seguro, la última en las vidas de sus ciudadanos, es bueno recordar los antecedentes y como actuó la ciudad en el pasado, cuando los brotes de enfermedad eran muchos más frecuentes, igual que los desastres naturales, plagas, incendios, guerras y motines.

Como resultado de esos desastres, la ciudad, y todas las ciudades de Europa tienen rastros visibles en monumentos, fachadas y festividades. En el área de Barcelona, se puede encontrar un pequeño cementerio de tuberculosos en el camino que va de Can Ruti hasta la Conrería de Tiana, una fosa común en el subsuelo de la Plaza de Sant Just Pastor, la fundación del Cementerio de Poblenou, el más antiguo de la ciudad y que sirvió durante la epidemia de fiebre amarilla de 1821, la fuente en la Plaça del Pedró, en el Raval, que provisionaba agua limpia durante el tifus de principio de siglo XX. El remplazo de Santa Eulalia por la Mercè como patrona de la ciudad se dio a final del s.XIX para agradecer a la virgen que acabase con una plaga y otros, que harían de este artículo uno mucho más largo.

Pero el coronavirus ha irrumpido en pleno s.XXI, bajo una sociedad a prior más culta y menos influenciable, y en un estado de la medicina mucho más avanzado. Por esto, con una mentalidad mucho más racional, no haremos procesiones a la Virgen, como se hacían durante la peste negra del siglo XIV ni culparemos ni quemaremos a los judíos, porque ya se demostró que ni era su culpa, ni cambió la situación. Entre todos, sin excepción, aprovecharemos esta oportunidad, para leer, conocernos y realizar esas tareas que llevamos procrastinando.

La sanidad, que ha sido desde siempre un bien de ricos, y de beneficencia para pobres, pero que alberga un gran saber popular en plantas y otros remedios que han servido algunos como fundamento a la medicina moderna y en otros superstición y placebo. Barcelona tuvo uno de sus primeros hospitales en la Calle de la Paja, calle que se encuentra entre la catedral y la Rambla y que se encontraba fuera muros en tiempo romano. Fue el Hospital de Sant Sever, un eficio que ha estado abandonado y apuntalado en los últimos años, y desde hace unos meses, oficinas cool. Actuó como tal, des del siglo XIV hasta 1925. Otro hospital, curiosamente, en la calle Hospital, se construye a principios del siglo XIV, al borde de la antigua calzada romana, en el tramo entre la segunda y tercera muralla. Este hospital fusionó a 6 que ya existían en la ciudad, des del siglo XII, y funcionó hasta que se quedó pequeño de nuevo y alguien que se hizo muy rico pagó a Montaner para hacer el hospital de Sant Pau. Curiosamente, quien pagó esa obra también se llamaba Pau. Luego proliferaron los hospitales públicos y míticos de la ciudad, como La Maternitat, el Clínic, l'Hospital del Mar, Vall d'Hebrón, Bellvitge y enfrente el Oncológico de Catalunya (en Hospitalet).

Las ratas que vinieron de Génova


La primera gran epidemia de la que quiero hablaros fue la Peste Negra, y fue devastadora para toda la Europa del siglo XIV, que ya estaba globalizada y donde aun convivían las tres culturas en Barcelona. Mató al 60% de los barceloneses y gracias a ello, los descendientes de los supervivientes, adquirimos la inmunidad que devastó a los nativos americanos. En el caso Catalán se engloba dentro de una racha de malas cosechas, motines e inflaciones que llevaban años asolando el reino (lo primer mal any). Se culpa de la llegada de la enfermedad a un barco genovés, que ya tenía la bodega repleta de afectados. Los descargadores del puerto fueron los primeros ciudadanos en "pillarla" y de allí, se transmitió al resto de la ciudad. Hay que pensar que en ese momento de la historia no había puerto y los barcos se descargaban en pequeñas barcazas hasta llegar a lo que hoy es el Pla de Palau.

Los muertos se enterraban entre capas de cal, para que la descomposición oliese menos. Lamentablemente, las fosas se instalaban en campos santos dentro de la ciudad. Esos cementerios, no han desaparecido, sino que se volvieron en plazas cuando el Estado se quedó bienes de la Iglesia en 1835 y gracias a ello, tenemos algún que otro espacio abierto en Ciutat Vella. Fue una enfermedad que mató a ricos y a pobres, anónimos y celebridades, pero sobretodo a aquellos que solían estar en contacto con moribundos: mujeres, médicos, notarios y clérigos. En el Hospital de la Santa Creu, el que se encuentra curiosamente en el carrer hospital, tiene una cruz y varios santos que conmemoran esa peste.

Dança de mort, Verges

Enfermedades del Nuevo Mundo


Siguieron sucediendo plagas cada 15 o 20 años, pero fue en el siglo XIX cuando la fiebre amarilla mermó la ciudad. La trajo un barco que hacía la ruta entre La Habana y la península, El Gran Turco. Barcelona no fue ni la primera ni la última de las ciudades que la sufriría, ya que fue un mal común en América y también en las ciudades que tenían un fuerte comercio (igual que pasaba en Sevilla, como vimos en la serie de Movistar+ "La Peste"). La Fiebre Amarilla entró por la Barceloneta, donde existía el puerto antiguo y forzó el aislamiento del barrio.

La Fiebre Amarilla es una enfermedad transmitida por mosquitos que hace de la piel del hombre amarilla y de su vómito negro.  Una vez afinado el barrio de la Barceloneta, se abrieron 3 lazaretos (edificios para aislar enfermos), uno el mítico Hospital de la Santa Creu, y 2 en la Villa de Gràcia, barrio recién creado unos años antes. Finalmente, el 5 de setiembre se aisla a toda la ciudad y el ejercito la acordona, en la explanada que es hoy el barrio de l'Eixample. Los ciudadanos hacen dos cosas: la primera, organizar cenas populares ya que habían visto que la enfermedad se propagaba dependiendo de su eslabón más débil, la segunda, mudarse a la ladera de Montjuic, más o menos donde hoy está Magoria-La Campana, ya que allí el aire circulaba mucho mejor. Claro que, eso si no eras un ciudadano pudiente, entonces, te dejaban escaparte a Esparraguera, cerca de la Moreneta.

Puerto de Barcelona


La Fiebre Española, que no era española

El siglo XX no empezó con buen pié: la tuberculosis, el tifus, cólera y el virus tipo A que se conoció como la Fiebre Española.

Esta fiebre no fue española para nada, de hecho no fue ni el primer país, ni el más afectado. Se cree  que los primeros positivos se dieron en Fort Ridley, en Estados Unidos, entre reclutas que se preparan para luchar en Europa. Una vez en Flandes la fiebre cruzó la trinchera. Pero para no mermar la moral de la tropa se culpó al país que hablaba públicamente de la enfermedad y que luchaba para ponerle remedio. España contratacó y la llamó "El soldado de Nápoles", pero el nickname no prospero. Es en este momento que se inventan y se popularizan las mascarillas, aunque luego se descubrió que no servían para detener el virus.


De las muchas epidemias que tuvo Barcelona en esa época me parece curiosa la del tifus. Enfermedad que tenemos asociada a países tropicales y que se contagia por beber agua en mal estado. Habeis de pensar que en esa Barcelona se bebía leche fresca de vaca, de vacas que pastaban en los patios interiores de l'Eixample y los establecimientos donde se compraban se llamaban granjas. Pero aunque las vacas fuesen urbanas, seguían defecando a su placer, y contaminando el ambiente. El ayuntamiento de entonces pensó que la mejor solución fuese llenar la ciudad de fuentes y garantizar el abastecimiento de agua limpia. El estado nacionalizó el "Rec Condal", que lleva el agua al centro de la ciudad, donde no había agua corriente en las casas, y curiosamentee en esa zona hubo menos casos de tifus que en los barrios ricos de l'Eixample.

Interior del hospital de Sant Pau


El cólera que Franco silenció


Ya estaba el "Caudillo" mayor, cuando en 1971 el cólera entró en España. Esta enfermedad provoca diarreas muy fuertes, y por tanto, efectos propios como la deshidratación. Esto se llevó por delante a 400 barceloneses, mientras que el resto del país vivía en la desinformación y se culpaba a los extranjeros de boicotear a España, que se estaba abriendo al mundo como potencia turística. Aquí podemos leer como la prensa lo ocultó, a pesar que en Irún forzaban a los españoles a vacunarse si querían pasar a Francia.

Conclusión


Aunque el estado de bienestar haya hecho de las epidemias algo que el primer mundo había olvidado. Aun forman parte del día a día en diferentes zonas olvidadas. Sentir lo que padecieron nuestros antepasados o nuestros compañeros de otros países nos hace cuestionar nuestra fragilidad como individuos, pero nuestra grandeza como sociedad. La humanidad erradicó la viruela y podrá con todo lo que se proponga. Ahora que el problema ya es global, que la información y el buen humor nos mantenga unidos y no caigamos en los prejuicios ni los errores de las generaciones pasadas.