Mortadelo y Sarria

La lluvia fue la mejor y fiel compañera. Ya no era un temporal a 1000 metros de altura sino una cortina que refrigeraba y constipaba.

Habían 2 alternativas. Seguir la carretera hasta Samos y ver el monasterio o seguir andando por el sendero oficial directo a Sarria y ahorrarse una hora de caminata.

Casi todo el camino es lineal. De esta forma uno evita perderse, la organización puede colocar los albergues en fila india y los comerciantes suplir nuestras necesidades cada par de kilómetros. Doblar un tramo tiene una causa: evitar kilómetros por polígonos industriales o bordeando carreteras. Por el otro lado se anda un poco más pero se gana belleza y soledad.

Típico peregrino empanao


De todas formas, si algo le falta al Camino es la toma continua de decisiones. Al tratarse de una dimensión solo se puede decidir pernoctar más adelante o atrás. La vida no es así, no es un camino, son decisiones que se toman sobre un plano bajo infinitas variables: las económicas, las culturales, las sentimentales, la sensibilidad, el barrio donde duermes, tus prespectivas a largo plazo, el coraje, la suerte... Santiago es el hoyo donde acabaremos todos, la diferencia está en que no sabemos ni el como ni cuando de nuestro funeral.

La estructuración de un viaje (o la vida en si) debe ser personal, con ciertas aportaciones de quien ya ha vivido o la ilusión del adolescente. Y con una alta dosis de adaptación bajo las circunstancias incontrolables y las nueves motivaciones. Pero bien, eso es lo que piensa el autor.

Como en Samos acabé la credencial tuve que ir a comprar otra (no penséis que son gratis, no). El monaguillo era un señor trentón-largo con una cara de Mortadelo y voz de pito. Me quedé a la misa para ver si abría la boca. Cuando salí de la sacristía una veintena de mujeres enlutadas rezaban Ave María respondiendo a salmos grabados en radiocasete.

Mi Galicia meiga
Unos diez minutos duró el enlatado ejercicio espiritual. Tiempo suficiente para fijarme en las inscripciones: "pueblo de Sarria estadle agradecidos a tal fulano que pagó esta iglesia para salvar vuestras almas" (o algo así). Esta pijería clasista era muy común en Galicia.

Entro el cura corriendo hacia la sacristía y salió con sotana, cambiándose más rápido que SuperMan en la cabina.

A la iglesia entraron unos 20 orientales. Luego supe que se trataba de japoneses en viaje de grupo por agencia que seguían un guía con 'pinganillo' por los últimos 100 km.

Pensaba en mis cosas en la puerta de la iglesia sin darme cuenta que estaba al lado del membrete para la credencial. Una pequeña japonesa me dio la suya para que se la sellara. Pronto se formo una estructura y silenciosa cola de 20 japoneses. Al principio reprimiendo la risa y luego con más paciencia atendí a los japoneses y les rellené la cartilla uno a uno. Mortadelo barría el altar con mi euro de la nueva credencial en el bolsillo.

La Salamandra Paca

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