Sobre las meigas y santas compañas

Galicia fue una tierra celta que vendió su alma al demonio para ser verde y hermosa. A cambio le obligó a ahogarse bajo la lluvia, al exilio de sus hijos y a bosques poblados por meigas, almas y santas compañas.

En entornos rurales, donde comunidades de no más de 20 personas viven aisladas en aldeas, las leyendas se transmiten generación tras generación. La repetición colectiva y las experiencias personales de esa gente, así como los recuerdos de infancia marcan un estrecho umbral entre la percepción y la interpretación, que yo mismo experimenté.

D. me contó un método antiquísimo para anticiparse a la muerte: cuando muchos cuervos grajean a la vez, algún conocido morirá. Pero esto no es nada en comparación a las meigas o brujas. Estos seres habitan en los bosques (en los de robles, no en los de eucalipto) y existen buenas y malas. La gente acostumbra a tener meigas de barro feas en la puerta de sus casas con el fin de asustarlas.

La Santa Compaña atemoriza a campesinos desde hace siglos, y mucha gente afirma haberla visto. En ella una procesión de almas cruzan el bosque como si se tratara de la Semana Santa. Por supuesto de noche y exhibiendo un halo de luz. Si usted es tan afortunado de verla, evite ser visto, porque sino su alma será robada y se añadirá a la Compaña, merodeando bosques por los siglos de los siglos.

Si usted habla de esto en bares o en los pueblos de Galicia cualquier persona negará que crea en estos cuentos infantiles. Pero verá en su rostro una actitud poco sincera, como una caída de la mirada rápida. Si consigue simpatizar con un gallego de campo te va a decir que quizás él no, pero que algún amigo suyo si que las vio.



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