Punto y Final

Las campanas de Santiago repicaban los cuartos y las horas, las misas, las llegadas y las despedidas. Terrenalmente, hombres y mujeres cazaban peregrinos, ofreciéndoles su habitación al más puro estilo mesonero magrebí: 15, 20, 25€, lo que pudiera sacarle al cansado y arruinado peregrino.

Para todos sería la primera noche solos en una habitación, silenciada, sin más olor a crema de mentol y sin "listillos" con aguja ofreciéndose para pincharte las ampollas. Para casi todos seria la última noche fuera de sus casas, sus familias y su trabajo.

Gracias al camino habían aprendido a valorar lo que daban por seguro; como haber pasado la mitad de sus vida gozando de la salud suficiente. Había quienes comprendieron que sus madres ya no volverían, pero que valió la pena cumplir sus últimas voluntades. Habían héroes de Fukushima que podrían olvidar lo vivido. Habían quienes aprendieron que sus hijos no tenían porque luchar en las barricadas por la democracia, pero si de otra forma y con otra estética. Habían quienes mejoraron idiomas, y sobretodo el arte de entenderse. Habían comprendido el delicado equilibrio entre hombre y naturaleza. O habían descubierto que no soportaban la soledad.

Y también hubo quien decidió quedarse en el Camino.

Todos ellos se irán agrandando y otros olvidando en mi memoria. Se distorsionarán o incluso me inventaré algunos de ellos (si no he empezado ya). Olvidaré lo que hice y acabaré recordando lo que quise haber hecho. Me atribuiré las genialidades y hazañas de los demás y finalmente mi Camino se habrá mezclado para siempre con las más de 100 personas que conocí.

Cuando la vida pierda de nuevo el sentido será el momento de volver a dormir en la estación de autobuses de Pamplona, Jean-Paul, Oviedo, Irún o Lisboa y volver a pasar frío y volver a repetir el mismo pensamiento una y otra vez: LO VOY A CONSEGUIR.

PUNTO Y FINAL.

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