Imlil. A las puertas del Toubkal

En Ouarzazate pudimos estar poco tiempo, quizás en otro viaje me dejaré estafar en museos del cine viendo viejas reliquias.

Supratours es la empresa estatal que se encarga de suplir aquellos recorridos donde aún no hay tren. El camino entre Ouarzazate y Marrackech es único. Si usted es una persona valiente deberá tomar dos tazas de café para no perder bocado; si en cambio le da miedo que el autobús sesee entre laderas más propias de los Andes, por una carretera de carril y medio donde en cualquier rebuelo se puede encontrar un rebaño de cabras despistado, le recomiendo que se vaya a dormir.

De todas formas, antes de subir a las alturas (donde se pasa mucho frío y una bezara sienta de maravilla) se pasan por poblados de barro de ensueño y yo noté que me encontraba en un lugar que desde bien pequeño quise estar.


Por todo lo demás, la llegada a Marrackech fue un jarro de agua fría y ya se hablará de ello más adelante.

Otro consejo de I. fue que no se debe comer en una estación de gran taxis y por eso de que estabamos fuera de temporada lo mejor era recrearse viendo los Atlas nevados a lo lejos.

Un asiento de gran taxi hasta Imlil cuesta 35 dirhams. Eso no lo digo yo, lo dice un cartel escondido entre la basura.
Vista de los Atlas
Está tan recondido Imlil que solo los turistas van para allá, así que compartir un taxi se hace difícil. Mi guía se negó al taxista a darle el placer y le forzó a salir por 50 dirhams con la condición de subir a todas las personas que encontrásemos por el camino.

Así llegamos a Imlil, final de la carretera esfaltada y punto demasiado alto y frío para atraer al turista común y su dañina afición por hacerse notar.

Los oficios perdidos viven en Imlil
Aun así encontramos una pareja de hombres polacos babeando por una cerveza. Los muy idiotas estaban siendo engañados por encantadores de turistas quienes aseguraban conocer un bar secreto no muy lejos de allí, pero que entre taxi y servicio deberían pagarles unos 200 dirhams por litro. Los turistas comunes estubieron apunto de aceptar, cando fueron salvados por un tipo de "autoridad" respetada de la localidad y los encantadores se escondieron bien rápido.

I. recordaba a ese hombre de una expedición anterior y acordamos pagar 600 dirhams para los dos, ambos polacos acabarían pagando, sin saberlo, la diferencia hasta el precio ordinario por un guía de una expedición de cuatro personas.
En el hotel volvimos a recalcular los pesos de las mochilas y dejamos algo allí para la vuelta, al fin y al cabo no necesitabamos un cargador de móbil. Nos tomamos la última ducha caliente y vimos por la ventana como la línea de nieve estaba tan solo unas decenas de metros por encima del pueblo. Un poco más arriba, un mosaico de piedras escrito en árabe rezaba: "Rey, patria y Alá".

Imlil




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