Los últimos pasos en O Pedrouzo

Por alguna extraña razón no existe ningún albergue, ni público ni privado entre O Pedrouzo y el monte de Gouzo. Lo que limitaba la libertad más importante de todas, la de levantarse cuando te da la gana si quieres llegar a la 1 a la misa de peregrinos.

Aun así quise ejercer el derecho de pegarme a las sabanas y mandar a callar a todo el que se despertaba antes que yo. A mi lado un hombre se había pasado la noche entera temblando y pensaba en rendirse a un día de Santiago.

Mientras tomaba el café alguien particular se sentó a mi lado. Llevaba ropa de cuero, botas de caña, las uñas pintadas de negra y una cruz gótica. Con voz de ultratumba dijo "ponme un carajillo para celebrar que hoy llegamos". Diós, ese hombre asustaba y hacía reír a la vez y lo más importante de todo, había aparecido de la nada. La camarera solo se reía y me decía, "tu no te vas a reír mucho cuando te lo encuentres solo en el bosque".

El BOSQUE, no había pensado en él. Solo y oscuro, largo y embarrado. Estimado lector, estarás leyendo esto con un blackberry tomando el café, o en casa, o donde te de la gana. Un lugar que tu consideras seguro. El bosque era mi amigo, sentía placer allí dentro, pero ahora estaba a oscuras y me arrepentí de haberle preguntado a cualquier gallego medio chiflado por la Santa Compaña, y de hacerme el valiente: "pues yo no quiero verla".

Solo en un bosque, aun el lucero de la mañana por salir, una pequeña franja de cielo se veía por encima de los treinta metros, y por colmo, estaba nublado. Los ojos escudriñaban cualquier tronco ancho, por lo que allí pudiese esconder. Cantaba, agarré una piedra bien fuerte. Tuve una idea brillante: dar la vuelta para convencerme "mira lo que has andado, ahora anda lo que te falta"... y pasó algo que aun no se explicar siguiendo ningún razonamiento lógico, algo que me hizo respirar más rápido, algo que distorsiono todos mis sentidos, algo con lo que aun sueño muy amenudo, algo que solo he compartido con la gente que más confío.

Las leyendas no son espontáneas, existen y son temidas por alguna razón.

Al fin, la última etapa



El último amanecer, los bosques ya no espantaron otra vez

Mojón

Lo que de mi se quedó en el camino

No hay comentarios:

Publicar un comentario