A dia 63 de viaje ya no soy para nada quien fui al salir, y espero no volverlo a ser.
Aun queda un poco, un último esfuerzo para encontrar la esencia de este mundo que gira y gira desde hace siglos y lo seguirá haciendo mucho después de que acabe este viaje. Donde he aprendido que a cualquier latitud hay gente que se muere por darte una mano y suena algún día coger también la mochila y deshacer las cuerdas que le atan a una vida monótona y gris y quizás alguna injustica social.
Del material con el que salí de casa solo queda un saco de dormir que huele a perro muerto y que nunca consigo la oportunidad (ni las ganas) para lavarlo. Unas botas agujereadas por los crampones que use en el Tubkal y una suela casi lisa, a la vez que unos cordones deshilachados que Oso me regalo al reventar los míos descendiendo el O Cebreiro y que solo cargo por no haberme traicionado y ser una de las culpables de que hoy en dia siga kicking the road a pesar que sus casi 2 kilos me empujen hacia abajo. Una bufanda y un gorro de lana que perdieron el sentido en África. Un calzoncillo y dos pares de calcetines que se niegan a agujerearse. La mochila que bautize en Beget hace diez anos. Las postales que no consigo enviar. Una literna a medio uso y un jersey rojo del Decathlon. Y una gorra de Croacia que un gran amigo me regalo y que es sin duda el elemento mas kich de cualquier fotografía.
Lo que hay en mi mochila han sido recuerdos materiales de amigos, caminantes y compañeros de aventura que encontré por pura casualidad. Un libro de pablo coelho dedicado por Fernando de Brasil o la siempre alegre Iris que me regalo una lembransa da bahia, la pulsera de despedida del camino de la Salamantina mas radiofonica que existe, la camiseta de mis argentinos favoritos de Coruna, la piedra de la cima del Tubkal, el pitufo del pequeno Ali de Salem, el frijol guatemalteco de Bettina, las piedras del Rif de Imad, ... y sobretodo los recuerdos inmateriales y las horas de nostalgia que me acontecederan.
Este viaje es un sueno de un domingo sabiendo que el despertador sonara a las 6:30 de la manana y que tocara ir a trabajar sin haber descansado lo suficiente, que el siguiente viernes esta lejos y los buenos recuerdos me harán estar por las nubes cuando el jefe me hable. Pero por ahora se esta muy bien debajo la cobija esperando el tren express a Tánger.
Aun queda un poco, un último esfuerzo para encontrar la esencia de este mundo que gira y gira desde hace siglos y lo seguirá haciendo mucho después de que acabe este viaje. Donde he aprendido que a cualquier latitud hay gente que se muere por darte una mano y suena algún día coger también la mochila y deshacer las cuerdas que le atan a una vida monótona y gris y quizás alguna injustica social.
Del material con el que salí de casa solo queda un saco de dormir que huele a perro muerto y que nunca consigo la oportunidad (ni las ganas) para lavarlo. Unas botas agujereadas por los crampones que use en el Tubkal y una suela casi lisa, a la vez que unos cordones deshilachados que Oso me regalo al reventar los míos descendiendo el O Cebreiro y que solo cargo por no haberme traicionado y ser una de las culpables de que hoy en dia siga kicking the road a pesar que sus casi 2 kilos me empujen hacia abajo. Una bufanda y un gorro de lana que perdieron el sentido en África. Un calzoncillo y dos pares de calcetines que se niegan a agujerearse. La mochila que bautize en Beget hace diez anos. Las postales que no consigo enviar. Una literna a medio uso y un jersey rojo del Decathlon. Y una gorra de Croacia que un gran amigo me regalo y que es sin duda el elemento mas kich de cualquier fotografía.
Lo que hay en mi mochila han sido recuerdos materiales de amigos, caminantes y compañeros de aventura que encontré por pura casualidad. Un libro de pablo coelho dedicado por Fernando de Brasil o la siempre alegre Iris que me regalo una lembransa da bahia, la pulsera de despedida del camino de la Salamantina mas radiofonica que existe, la camiseta de mis argentinos favoritos de Coruna, la piedra de la cima del Tubkal, el pitufo del pequeno Ali de Salem, el frijol guatemalteco de Bettina, las piedras del Rif de Imad, ... y sobretodo los recuerdos inmateriales y las horas de nostalgia que me acontecederan.
Este viaje es un sueno de un domingo sabiendo que el despertador sonara a las 6:30 de la manana y que tocara ir a trabajar sin haber descansado lo suficiente, que el siguiente viernes esta lejos y los buenos recuerdos me harán estar por las nubes cuando el jefe me hable. Pero por ahora se esta muy bien debajo la cobija esperando el tren express a Tánger.
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