De Nájera a Santo Domingo de la Calzada (I): la leyenda de la gallina que cantó después de asada


Hubo una vez un apuesto peregrino que pernoctó en Santo Domingo y enamoró a la hospitalera. Recibió ella un mal rechazo que no pudo aguantar y por despecho introdujo una bellísima copa de plata en su mochila. Avisó a todas las autoridades de la desaparición, quienes fueron registrando uno a uno todos los peregrinos hasta dar con la copa y detener al apuesto seductor.

La autoridad decretó orca y se ejecutó la sentencia mientras el juez se dedicaba a comerse un pollo bien asado. La hospitalera, conociendo la sentencia y su asqueroso comportamiento sintió una pena terrible y rezó para que Dios interviniera en pro del peregrino.

Las horas fueron pasando y la orca resultaba inútil. La chica fue a avisar al juez de que el reo no se moría, a lo que él contestó: "ese ladrón está más muerto que la gallina que me estoy comiendo" y al acto la gallina se emplumó y tomó vida.

Y tal milagro forzó la amnistía del sentenciado.

Dulces conmemorativos
En conmemoración la iglesia exhibe un gallo y una gallina en una jaula dentro de la catedral y que se van remplazando cada año. La catedral se visita bajo previo pago, pero vale realmente la pena. Yo tuve mucha suerte ya que esa noche se celebraba una misa cantada con concierto al final, todo ello gratuito y con monos de Prosegur en las puertas.

Al día siguiente, cuando le pregunté a los dos chicos de Ávila si habían visto al gallo, me quedé parado con su respuesta: "para que voy a entrar a ver yo el gallo, si yo tengo unos 2000"; siempre hay algo que te recuerda que debes trabajar, incluso en el Camino.

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