Lusos en el corazón

A Lisboa llegaba por segunda vez y consistió en una gimcama para conseguir un billete de autobús hasta Sevilla. El servicio de ALSA por Internet ni funcionaba entonces ni creo que funcione ahora, así que me recorrí el metro de punta a punta de la ciudad hasta la estación, y me sorprendió la originalidad de cada parada.

Llegué al palacio que había sido sede de la Expo, diseñado por Calatrava (o algún becario) y no me sorprendió para nada que ahora se aprovechara ese espacio como centro comercial, de hecho, en Sevilla me sorprendió que hayan hecho un parque de atracciones en la antigua sede. Allí descubrí una realidad que aun me duele: las hamburguesas del McDonalds en Portugal son enormes, es que no te las acabas.

De vuelta al centro fui asaltado por 4 o 5 vendedores de marihuana camino a la Plaza del Comercio, donde, al lado del río contemplé un grupo de música caboverdiano, mientras bohemios con pantalones descosidos los fotografiaban con cámaras de más de 500€.



Comiendo un pastel en una de las Mecas en Bailem

Sintiendo la llamada de África en Lisboa

En esa orilla sentí dos cosas, la primera, la llamada de un continente que pasa hambre e injusticias, un continente lleno de vida y cultura que se vende por los ideales ilustrados de los que lo colonizaron o de los que siguen robándole sus recursos. La segunda cosa fue la curiosidad de si el agua del estuario era dulce o salada, la forma más fácil de saberlo era por la degustación, mientras un grupo caboverdiano me llamaba para África envía la hamburguesa directa al colon, era mi tercera diarrea del viaje, y la más absurda. Luego tocó subir al Alfama en un vía crucis de retretes.

A la noche salimos por el Barrio Alto, donde todo hay que decirlo, hay un ambiente único que vale la pena visitar. Tira mucho ser de fuera, lo comprobé allí mismo, mi amigo, algo desplazado le soltó a una lusa gordita: "en Portugal es el único lugar donde hasta las gordas no son simpáticas".

Luego un último amanecer en el país del Fado, un autobús que me paseo por almendros y olivares por el Antalejo camino sinuoso a Faro. Que feo es Faro!!!! es un Benidor a la lusa, con una nostalgia otoñal en el país de la nostalgia. Al cruzar el Guadiana se abrían las planicies de Huelva, un Sol burlón alimentaba esas costas aún pobladas, un país vivo y alegre se me abrió, como cada vez que entro a Andalucía parece que llegué el día que la primavera estalla. Y como siempre me siento más de aquí que de donde nací.

Portugal quedaba atrás, triste, gris, apagado y atacado por la especulación. Salieron de una dictadura con una revolución de claveles y ahora vuelven a perder las libertades y derechos que los ciudadanos se merecen. Aun tristes no pierden su hospitalidad y digo bien cuando afirmo que estas personas son las más consideradas en los 26 países que he recorrido hasta ahora. Este pequeño país se merece de una vez por todas salir de su estúpido complejo.

La Alfama inspira hasta al más cabeza cuadrada

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