La nieve del O Cebreiro

Tenía ganas de despertarme y comprobar que Villafranca seguía siendo Villafranca y no un aeropuerto internacional. Por la mañana autobuses escolares y padres en coche descargaban a los niños sin inmutarse por los peregrinos.

El camino no era para nada llano y menos sabiendo que me esperaba la etapa más dura. Había intentado convencer a I. que no era capaz de hacerlo por su cuenta y subiendo por un bosque de castaños ella me dio la lección que cualquier persona sabía donde estaban sus límites y que para alcanzarlos solo hacía falta confianza.

A la hora del café un berciano con mono azul se sentó a mi lado y se puso a hablar conmigo en catalán: "escolta tu, que vols un got de vi?" (quieres un vaso de vino?). Afirmé y tomé, el dijo esperando verme con cara de asco "este vino es artesanal, lo he pisado con mis propios pies", "pues es bien bueno". El asombrado fue él y lo asombré tanto que quiso invitarme a un orujo, también artesanal. Aquí acabaría todo, pero antes de tragarme el licor le dio por recitarme un poema, escrito por él y de unos 20 versos dedicado al orujo de esta añada.

El camino empezó a empinarse poco a poco; hacia arriba las cumbres mostraban los picos nevados. Todo era verde y fecundo: calabazas enormes, vacas, y un ruido que se hizo cotidiano, el chasquido de las nueces al pisarlas.

Al acabar el último pueblo empezó una cuesta interminable. El asfalto desapareció y un manto de pequeñas castañas alfombraba el suelo. Fueron kilómetros y kilómetros de subida que parecían no acabar hacía una declaración de intenciones de este ecosistema primario hacia el hombre.



Ese orujo sabía a Gloria 


Una calabaza así duele


La lluvia era espesa y más cuando se acabó el bosque. Entonces había una niebla apocalíptica, el cacareo de gallinas y los hachazos del último hombre que vería en las tres próximas horas, a parte del gringo que no paraba de disculparse por todos los males que su país hacía al mundo.

El camino se cubrió de nieve. Entonces sucedió algo que esperaba desde pequeño: entré en Galicia. Desde pequeño quise llegar a esta región, tan orgullosa de su cultura y tan llena de mitos.

Después de eso. Los mojones se sucedían cada medio kilómetro, hasta que el culo de un peregrino asomado por la ventana me dio la bienvenida al refugio. Ahora tocaba esperar a I. y a los demás peregrinos, porque esta vez si que sufrí por los que dejé atrás en la montaña.

Había sido sin duda la etapa más dura y bonita de todo el camino y no me extrañó que el americano gigantón se echara a llorar al registrarse "I'm so happy to be here, thanks Lord I'm here".

Bosque de castaños

Nieves en las cumbres

Un pequeño paso en Galicia

3 comentarios:

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  2. Chegar na Galicia pelo Cebreiro e seus montes brancos é realmente uma experiência fascinante.
    Todo o esforço de subida desde Vega de Valcarce, passando por La Faba e seu albergue municipal bem aconchegante, Laguna e finalmente o Cebreiro.
    Llegamos a la tierra meiga

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  3. Así fue amigo. Cada pincelada del paisaje valía la pena ser recordada.
    Que daría ahora mismo por sentir la lluvia de nuevo en el bosque de castaños.
    Como estas hermano?

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