De León a Astorga por la Maragatería.


Larga vida para Agapito
A partid de ahora se suceden los paisajes, las emociones, los kilómetros, las personas, los retos, la comida, las anécdotas... a un ritmo incontrolable y desbordante, con casi 500km en las piernas había aprendido a disfrutar cada momento de esta experiencia.

Quizás debería decir que abandonar León fue como abandonar cualquier otra ciudad, y en parte lo fue, otra vez andamos por polígonos, barrios periféricos e íbamos cambiando de pueblos sin abandonar el asfalto. Nos despidió con el edificio del Parador iluminado a media luz. Mientras contemplábamos esa belleza nos mezclábamos con los transeúntes que se faenaban en atender sus rutinas.

Justas en el puente romano
Sabía que en San Miguel del Camino vive uno de los personajes más famosos del camino. Una de las pocas personas que ofrecen ayuda altruista los 365 días al año: agua, frutos secos, galletas, hasta tiene su propio sello "Un amigo del camino y del peregrino te desea suerte en el Camino" para la credencial. GRACIAS AGAPITO. No como el pseudo-hippie de "la casa de los Dioses" cerca de Astorga, quien recomienda donaciones infladas para restaurar su "albergue". La bondad y la codicia viven más cerca de lo que pensamos.



La vaca mariposa tuvo un ternero, un lindo becerrito como un
bebé, hay papaíto lindo dicen los niños cuando lo ven nacer
y ella lo esconde por los mingotes que yo no sé.
Abandonar León sirvió para afrontar una realidad que leíamos en los periódicos de las cafeterías. El monte ardía porque así lo había decidido un loco, veintitantos fuegos, como el que quemaba a nuestras espaldas o el que acababa de matar a un bombero cerca de la Cruz de Ferro. 

La aventura de Fufu y Apa
Luego vinieron carreteras, ferrocarriles, campos de maíz, puentes romanos, desiertos demográficos, páramos llanos sin curvas. Y el paisaje volvió a cambiar en pequeñas montañas llenas de encinas y robles, campos abandonados que retrocedían frente un ecosistema que reclamaba su espacio. Poco follaje cubría el suelo otoñal, bellotas como puños, pasto para jabalíes, ciervos e incluso el lobo que jugaban al escondite mientras que milanos, ratoneros y otras rapaces surcaban un cielo plomizo. Todos los elementos de la naturaleza jugaban entre si como si nosotros no existiésemos.


Astorga se distinguía a lo lejos con una maravillosa catedral y el Palacio de las Hadas y el último repecho interminable hacia uno de los albergues más acogedores. Pasear por las calles de la enésima ciudad museo no fue para nada una pérdida de tiempo.




Paisaje típico de la Maragatería

En el Palacio de las Hadas

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