De Nájera a Santo Domingo (II): Albergue, dulce albergue


Al final del día, los peregrinos escogen el lugar donde van a pasar la noche. Hay varias opciones para ello. Algunos viajan con su propia tienda de campaña, retirándose a un lugar solitario escogido por ellos mismos para reflexionar. Pero la mayoría escogen el albergue.

Hay tres clases de albergue. Los religiosos, acostumbran a pedir (o exigir) la voluntad, acostumbran a dar de cenar gratis y hay actividades de reflexión espiritual, en Carrión de los Condes las monjas te dan un concierto y una estrellita de colores, en Bercianos del Real Camino una cena buenísima, en Foncebadón te sientes como en el cielo y en León desayunas mermelada de las monjas. Nunca estás obligado a participar en ninguna actividad y no cuestionan para nada tu inclinación religiosa. Están regentados por voluntarios que se rotan cada 15 días.

En Carrión de los Condes en 2009

Los municipales están subvencionados por el ayuntamiento y hay de todas clases. Pero al menos existen puntos de reunión para intercambiar experiencias y hacer broma. A partid del O Cebreiro todos pertenecen a la Xunta y son particulares, porque hay cocina, pero no hay ni cacerolas, ni platos, ni cubiertos, ni nada de nada, y se justifican diciendo que ésta es una medida de prevención frente la gripe aviar.

Los privados hay de dos clases: los regentados por gente de los pueblos que no tiene ninguna vocación y se dedican a dar hospicio aprobechandose de subvenciones. Y los regentados por antiguos peregrinos que una vez completada su ruta decidieron formar parte del camino, por ejemplo el Ave Fénix de Villafranca del Bierzo o la Casa del Sol, y valen mucho la pena.

El de Santo Domingo es algo especial: es de los religiosos, limpio, grande, bonito, la cocina es espectacular y rebosante de comida cruda para el peregrino, además hay máquinas de refresco sin ánimo de lucro, sofás de cuero, parquet, habitaciones para roncadores, pantalla de plasma y una larga lista de comodidades que recuerdan más bien a un hotel que a un albergue de peregrinos. Solo le faltaba una sauna, y era cuestión de tiempo que la encontrara. 

Cena comunitaria en un albergue
Tanta sofisticación en medio de un entorno de reflexión, donde intentas evitar las facilidades de la vida que nos vuelven estúpidos y dependientes me hizo reflexionar. Cuando llegué al hostal podía haber andado hasta el siguiente pueblo para evitar todo, pero simplemente me sentí atrapado como una mosca por una luz lila. Sencillamente estamos programados para movernos hacia la comodidad, perdiéndonos el placer de lograr nuestros objetivos por el camino más enriquecedor.

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