En este blog se han ausentado muchas anécdotas e historias que he preferido no explicar ya que afectan a la intimidad de terceros, no carecen de interés o sencillamente son secretos que yo quiero custodiar. Hoy es un día de esos, pero igual, disimuladamente puedo contar mi aventura por Sierra Morena.
El autobús de Alsa sale de Córdoba dirección Pueblo Nuevo por un precio de 6 euros. Al salir de Córdoba toma la carretera nueva, que substituye la que cruzaba Cerro Muriano, actualmente pedanía de la capital pero lugar donde (presuntamente) Robert Kappa inmortalizó a un miliciano antifascista en su último suspiro de libertad. La carretera antigua parece en deshuso igual que las casas de los peones camineros que la construyeron y la conservaron e incluso perecieron.
Luego se atraviesan bosques esplendorosos de robles o encinas intercalando llanos y montañas. Es curioso ver como el hombre ha conseguido dominar la naturaleza en estos lugares, llegando a plantar olivos en lugares inaccesibles para la maquinaria. Luego Ezquiel, un pantano y se llega a Belmez que no es lo mismo que Bélmez, en la provincia de Jaén.
Belmez es una castellanización del nombre árabe que significa Bella Vista ya que desde el castillo roquero de la peña que avecina el pueblo la vista es espectacular y algo difícil de acceder a él. El castillo fue construido por los árabes probablemente sobre uno romano. Cuando llegué a su torre un hombre que allí había me dió los buenos días, me explicó que nació en el pueblo hace 40 años y que había emigrado junto su familia al cumplir 10 y ya hacía 23 que no volvía. El andaluz se había convertido en profesor de catalán en un instituto del sur de Catalunya y parecía bastante enrollado. Me contó sobre los refugios antiareos que había en la peña del castillo, de la cantera que había a su falda, de representaciones teatrales a la falda de la montaña, de un alcalde que había ganado un millón por ser el mejor en un programa de televisión y de alguno de los horrores realizados por los ganadores de nuestra Guerra Civil.
Belmez se había desecado paulatinamente a partid de los 60 cuando el carbón careció de importancia por la electrificación del tren. De una población de 11.000 personas quedan ahora solo 3.000 y hace cosa de un año se cerró el último pozo minero. Esto me lo contó el encargado del museo local que se puede visitar al lado del ayuntamiento.
Belmez también cuenta con un dólmen, una plaza de toros enorme e incluso una universidad. También quise visitar la casa natal de un hombre que admiro mucho.
Belmez no tiene cine, pero tubo, lo convirtieron en supermercado, lo que una vez expuso Chaplin ahora ofrece el chope a euro. Que malos son los tiempos modernos.
El autobús de Alsa sale de Córdoba dirección Pueblo Nuevo por un precio de 6 euros. Al salir de Córdoba toma la carretera nueva, que substituye la que cruzaba Cerro Muriano, actualmente pedanía de la capital pero lugar donde (presuntamente) Robert Kappa inmortalizó a un miliciano antifascista en su último suspiro de libertad. La carretera antigua parece en deshuso igual que las casas de los peones camineros que la construyeron y la conservaron e incluso perecieron.
Luego se atraviesan bosques esplendorosos de robles o encinas intercalando llanos y montañas. Es curioso ver como el hombre ha conseguido dominar la naturaleza en estos lugares, llegando a plantar olivos en lugares inaccesibles para la maquinaria. Luego Ezquiel, un pantano y se llega a Belmez que no es lo mismo que Bélmez, en la provincia de Jaén.
Belmez es una castellanización del nombre árabe que significa Bella Vista ya que desde el castillo roquero de la peña que avecina el pueblo la vista es espectacular y algo difícil de acceder a él. El castillo fue construido por los árabes probablemente sobre uno romano. Cuando llegué a su torre un hombre que allí había me dió los buenos días, me explicó que nació en el pueblo hace 40 años y que había emigrado junto su familia al cumplir 10 y ya hacía 23 que no volvía. El andaluz se había convertido en profesor de catalán en un instituto del sur de Catalunya y parecía bastante enrollado. Me contó sobre los refugios antiareos que había en la peña del castillo, de la cantera que había a su falda, de representaciones teatrales a la falda de la montaña, de un alcalde que había ganado un millón por ser el mejor en un programa de televisión y de alguno de los horrores realizados por los ganadores de nuestra Guerra Civil.
Belmez se había desecado paulatinamente a partid de los 60 cuando el carbón careció de importancia por la electrificación del tren. De una población de 11.000 personas quedan ahora solo 3.000 y hace cosa de un año se cerró el último pozo minero. Esto me lo contó el encargado del museo local que se puede visitar al lado del ayuntamiento.
Belmez también cuenta con un dólmen, una plaza de toros enorme e incluso una universidad. También quise visitar la casa natal de un hombre que admiro mucho.
Belmez no tiene cine, pero tubo, lo convirtieron en supermercado, lo que una vez expuso Chaplin ahora ofrece el chope a euro. Que malos son los tiempos modernos.
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