Hay una enfermedad conocida como sedentarismo que consiste en un conjunto de actos rutinarios que se acostumbran a realizar sentado durante varias horas al día, durante varios días a la semana y durante muchos años seguidos.

Esta es la forma más apropiada de realizar el trabajo intelectual. A medio camino del hombre erecto y del postrado. Y se lleva realizando desde que la máquina dignificó el trabajo físico y posteriormente hiciese lo mismo con el tedio de recordar, calcular y tomar decisiones complejas.

El sedentarismo social propiamente se sentó posiblemente en Mesopotamia y el valle del Nilo tras el descubrimiento de la agricultura. Esto transformó la consciencia de los seres hasta trastocar el concepto de clan y de patria. Además permitía conservar los féretros de las generaciones hasta tomar consciencia de la interminable presencia de sus generaciones en esa tierra. Todo en su conjunto, clima, interacción con otros pueblos, pensamientos metafísicos, estructuras sociales y factores productivos conllevaron a sociedades más complejas y lo suficientemente particulares que su nacimiento, esplendor y ocaso, hoy en día es motivo de estudio y razón política para justificar dinastías o guerras.

Los poblados sedentarios fueron agrandándose en un seguido de evoluciones e involuciones y limitando los pueblos nómadas en áreas de difícil conreo o de baja explotación económica. En si, y concluyendo, el sedentarismo puede considerarse un éxito evolutivo.

El hecho en que muchos siglos después una humanidad mayoritariamente sedentaria ha usado la misma palabra para nombrar una enfermedad.

La consecuencia del síndrome consiste en la acumulación de grasas, sobretodo en el culo y en el área abdominal, enfermedades coronarias debido al colesterol y sobretodo trastornos psicológicos por ir en contra de la voluntad biológica.

En si, es un éxito haber alargado el periodo de aprendizaje de un humano hasta los 20 años y la esperanza de vida a los 80 años. Pero vale la pena haber renunciado al nomadismo para garantizar poder vivir varias vidas. Claro que entonces, la vejez era una discapacidad limitadora de movimiento y de sangre de batalla. Al evitar el desplazamiento, no tenemos que desprendernos de sus pesados pasos y podemos vivir aislándolos y otorgando a cambio de dinero la responsabilidad de limpiarles el culo. Pero ya me voy.

Fijense en ustedes mismos. Seres con la mínima energía para producir, remplazados por una máquina, sobre la que descargan el odio de su inutilidad. En cambio, adoctrinados en que deben permanecer en la burbuja, seguros, de que obtendrán de alguna forma el mínimo que les garantiza vivir un día más. Y en cambio se pierden el bamboleo de una barca remontando un río a contracorriente. Pero odian el momento que les tocó vivir sin ser conscientes de la gran cantidad de información a la que ahora tienen acceso. Mucha más que Marco Polo y sus maravillas. Pero ya han visto las maravillas del mundo moderno, incluso en 3D y explotando bajo el rayo ficticio de una nave extraterrestre. Y aun así no ansían ir a recoger las astillas de sus pedazos. Pero pueden comprar ropa producida por las manos menores de culturas exóticas, y no quieren saber de lo que desayunaron esa mañana. Pero saben lo que hay allí abajo, a más de mil metros, y no piensan en hacer el muerto en alguna playa alejada, sobre la orgía de color. Pero saben los efectos del sedentarismo, y que solo hay una solución... Vagabundear.

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