Un dia subí al Pedraforca...

Igual que Harrison Ford paseaba sus ojos entre copas propias de reyes hasta aposentarse en la más sencilla y sanar las heridas de su padre moribundo, mis ojos se postraron sobre una cruz abollada de material tosco y grabados en cirílico, su estado y rudimentez la enpequeñían frente a los relicarios barrocos con los que compartía vitrina.

Refugio del Pedraforca
El Pedraforca desde el Refugio
Una voz de cura de pueblo vino a decirme que probablemente un soldado se la había traído de las cruzadas hacía mil años. Me encontraba en Bagà, un pueblo idílico del norte de Catalunya, en la comarca del Berguedà.

A parte de dos calles que circunvalan la villa, todo lo demás conforma una belleza y unidad excepcional, casas de piedra marcando el trazo milenario, una plaza central porchada con una estatua dedicada a un héroe local que lucho en las cruzadas, el Museo de los Cátaros, el puento románico, con su virgen y un molino en ruinas, su iglesia románica tardía, la calle larga del arrabal con bodegas arcaicas y tiendas de venta al granel, y los niños jugando sánamente en la calle sin la mirada de unos padres protectores de todos los peligros que nos acechan desde la hora de nuestra llegada.

Coll del Verdet
En el Coll del Verdet
Estos pueblos vivos, me hacen renacer la mística de la ruralidad, la autogestionabilidad de pequeñas comunidades, una estructura social más cercana a la utopía y a la libertad individual que a la siempre avanzada metrópolis cosmopolita. El éxito a mi entender se basaba en una red de entidades llevadas a cabo por la ciudadanía que iban desde una asociación de tenis mesa hasta una entidad que organizaba una carrera de supervivencia de 100km. En si, la implicación de los individuos en aportar parte de su personalidad al resto de la población.

Lo vi patente en la organización de las fiestas locales de una pequeña pedanía de tres calles, donde los jóvenes habían conseguido juntar a 50 vecinos en una marcha nocturna a través de la montaña, entre otras actividades propias de una fiesta de pedanía, como el campeonato de futbolín y la discomòbil.

Subida al Pedraforca

Vista a la tartera y al pueblo de Gòssols
Vista a la tartera y al pueblo de Gòssols
Al día siguiente tuve la oportunidad de contemplar la comarca desde uno de sus puntos más emblemáticos, el pollegó superior del Pedraforca. La ruta más popular y a la vez complicada técnicamente parte del mirador sobre el pueblo de Saldes. Si no se llega a tiempo también se puede aparcar en la pista forestal que hay a continuación. Se baja unos doscientos de la pista asfaltada y se gira a la derecha, después de unos 20 minutos se encuentra el refugio de montaña. Este será el último punto que encontremos agua. El encargado del refugio es muy dado a la conversación, si la manteneis unos minutos os contará anécdotas bastante divertidas. Después de media hora más de llano hay una fuerte subida de una hasta el Coll del Verdet. En este punto se puede tumbar hacia la derecha y volver a Gossol (Alt Urgell), si se sigue hacia arribará tocará escalar cuatro picos cada vez más largos y complicados. Este punto supone un riesgo, nos encontramos varias personas asustadas sin capacidad de ir hacia adelante o hacia atrás.

Una vez se llega a la cima se descendiende por la cara sud y al llegar a la collada entre los dos picos se gira hacia la derecha en dirección norte, por la tartera, donde empieza un fuerte descenso hasta Gossol de una hora de duración. Tened cuidado con las personas que bajan la tartera corriendo. A medio camino empieza el bosque y el sendero se hace más fácil. Finalmente se cruza un cauce seco y empieza el llano entre campos de cultivo hasta Gossol. El restaurante Francisco es caro y a la camarera le falta sal, probad otro dentro del pueblo.

Cima del Pedraforca
En la cima del Pedraforca
Reflexiones
El Pedraforca era el plan B, dos horas antes de salir en dirección a Sort para escalar la Pica d'Estats, nos dió por llamar al refugio de la Vall Ferrera. "El camino hasta aquí es prácticamente inaccesible, arriba aun hay mucha nieve". Cualquier pico que subiésemos estaría forzosamente por debajo, lo que los empequeñecía por más vertical que fuese su pared. Había que organizar en dos horas lo que nos había llevado una semana. Pero lo más difícil era sacarse de la cabeza que durante el tiempo que hubiésemos permanecido en su cumbre ninguna de las personas que nos hacen la vida imposible en Catalunya se encontraba, quisiese o no, a nuestros pies, y que si escupíamos había una pequeña oportunidad de salpicarles. Por el otro lado, tampoco era la mejor forma de tocar a los que están arriba y que hechamos de menos.

Aunque sigo siendo un principante, vi por primera vez en otras personas, cuando la prepotencia y la falta de respeto hacia la montaña es capaz de desnudarte, embriagarte y sacudirte.
Por todo lo demás, está es una buena cima, y la fauna genial, desde la chica sin sostenes hasta el anciano que se la sube corriendo tres veces en una mañana, pasando por el que le huele la boca a carajillo, o la panda del reformatorio y un ex-legionario. Pero de rebecos ni uno.
Y pensar que cuando pase el tiempo, de lo que mas me acordaré es cuando P. se quedo sin suelas y las tuvimos que agarrar, primeramente con unas cuerdas que había cortado de la mochila y posteriormente con toda el esparadrapo que rapiñamos a los demás montañeros. "P. tu vas molt fresquet :)"
Arreglo con cinta y cuerdas de unas suelas rotas



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