Historias de l'Empordà

El narrador me invitó a sentarme a escuchar. A parte de él, yo era el único adulto entre la audiencia. Muy arriba las estrelles caían en la noche de agosto en el Empordà.

Dijo que empezaría la historia en breve y alguien se quejó entre el público, "por favor, no todos queremos escuchar un cuento de miedo antes de dormir". Era una de las scout que se escondía dentro del saco. El narrador le prometía que hablaría bajito y que en caso de escuchar palabras no tendría pesadilla alguna.

Y empezó aunque el murmullo acallaban sus palabras hasta que uno de ellos mandó silencio. Al segundo intento noté como rehacía parte de la introducción y a la vez alargaba un par más de linias. De sobras se veía que la historia era improvisada cuando el murmullo lo paró todo de nuevo.

Ahora si, parecía que las condiciones eran las adecuadas y toda la trama se había organizado de una forma más o menos coherente a excepción del final, que seguía borroso.

"A principios de 1939 las tropas franquistas tomaron Barcelona y empezó una desvandada de políticos, sindicalistas, civiles y artistas hacia el norte. Para aquellos que cubrían la distancia a pié el Empordá se había convertido en el último descanso, después, tendría que cruzar la estribación oriental del Pirineo hasta Francia."

"Pero detrás de ellos le pisaban un ejército hambriento y victorioso que no les daba tregua. El ejercito republicano se desvanecía minutos antes de la toma de cualquier pueblo o ciudad. Pocos quedaban ya leales y algunos de ellos fueron destinados a rastrear el bosque cercano a Vilajuiga."

"Dos horas atrás de recibir la orden, Figueres había caído y el sargento al mando de la prisión de Vilajuiga, una antigua fábrica cerca de la estación de tren, había sido el primero en tomar el coche y desaparecer dirección Portbou. Luego los soldados y finalmente los presos que habían trasladado desde las cárceles clandestinas de Barcelona."

El primero de los chicos le señaló al narrador el mosquito que se cebaba en su espinilla y lo aplastó. Teatralmente todos callaban embobados, ya fuese estirados o sentados como indios. Me miro en busca de mi aprobación y prosiguió.

"La batida de los leales se movía sigilosamente cuando un fusil apuntó a un hombre tembloroso sobre sus rodillas. No se hablaron pero sus miradas lo decían todo: Josep Capdevila, nacido en Siurana, huérfano desde niño y emigrante a la Barcelona que construía el metro, casado, padre de tres niños".

Una de las chicas dijó que le gustaba mucho Siurana y el narrador le mandó callar. Había sido un truco para atraer la atención del sector más alejado de la história.

"Alberto Morales, de Villanueva de la Serena, Sevilla, importante terrateniente, casado, padre de cinco hijos."

"Una voz rompió la escena. - Hay alguien allí?, - Nada - contestó el miliciano y dejó al señorito llorando sobre sus rodillas. "

"Si no fuese porque años más tarde Alberto llegó a ser alguien en el gobierno está historia hubiese quedada olvidada, pero la comarca tubo ciertas excepciones en la represión generalizada que cayó en las zonas vencidas y entre ellas las que permitieron seguir adelante al pagés que vigilando a sus vacas esa tarde, me había contado la historia".

"Decía el pagés:  cuando yo era pequeño andaba con mis amigos escondiendonos por el bosque para fumar a escondias cuando vimos a un hombre vestido de soldado... miraba a ambos lados y decía que no había nadie allí... cuando pasó mis amigos y yo seguimos los pasos en el barro hasta encontrarnos con un ruido ensordecedor de moscas."

"Un poco más abajo se había formado un charco con el goteo de la sangre de un hombre agujereado por una bala en su sien."

Parte de la audiencia pidió explicaciones sobre el contexto histórico y el narrador les deseó buenas noches, cogió la linterna y partió hacia su tienda. Unos metros más allá, en la oscuridad de la noche la confesé que de haber tenido que recorrer el camino a solas hubiese sentido algo de miedo. El narrador me miró, sonrió satisfecho y se tiró un pedo. Reímos y hablamos hasta ver la luz del Sol.

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