La autopista que sale de Sevilla está cargada de recuerdos. De la ciudad se sale como en cualquier otra gran ciudad, barrios periféricos sin ninguna particularidad arquitectónica e hijos de la misma madre.
Al poco de abandonar el cinturón obrero se habría un campo que se metamorfoseaba kilómetro a kilómetro: veía los primeros toros de Osborne y pancartas de Tío Pepe, ambas pintadas de negro y que pude colorear con mis viajes al sur de los 90, siendo todavía un niño.
Luego empezaron a verse cortijos desperdigados con un rasgo en común: a todas las haciendas se entreba con una puerta simbólica, ya que no había muro que protegiera la finca.
Lo siento, pero lo que viene después es indescriptible, porqué me quedé dormido. Un pedo muy sonoro del chico que dormía a mi lado me despertó a 10 kilómetros de Córdoba. Por entonces el paisaje se parecía mucho al de Castilla pero con un color alimonado (que no es amarillo, pero tampoco verde).
Llegué a Córdoba al atardecer y en seguida detecté el matiz distinto de esta ciudad. A diferencia de Cádiz, donde parece una ciudad planeada, con varios barrios del centro histórico ordenados perpendicularmente y edificios que recordaban a los de la Habana; y Sevilla, donde exceptuando la judería la mayoría de edificios son regionalistas o nuevo-arabesco, como la Plaza España. Córdoba está totalmente calada, todas sus calles del casco histórico son blancas, y todo los patíos están cargados de macetas (me chiflan las de barro de color azul), lo que la hace para mi la ciudad más andaluza que he visitado hasta ahora.
Pero aún existen dos elementos más que me han sobresaltado, el primero, todas las calles están empedradas, algunos con dibujos simples y otras con más detalles, intercalando guijarros grises y negros. Como las mujeres son coquetas y usan tacones el empedrado tiene dos margenes a izquierda y derecha para que puedan fluir.
El otro elemento a destacar son las fuentes ya que no pasan ni cinco minutos para encontrarte otra. Las hay simples, con pileta, iluminadas desde el exterior o desde el interior, con basura o limpias, solitarias o como auténticos ejércitos como las del Alcázar, adosadas a muros o aisladas. Casi todas cerca de una iglesia y probablemente una antigua mezquita, y lo más seguro que por tanto originalmente fueran antiguas fuentes para la ablación arabesca. Debido a su diversidad cada uno tiene un canto y personalidad propia.
Los miércoles la visita al Alcázar son gratuitas y merece la pena, a diferencia a los de Sevilla se nota que su función fue puramente militar ya que no está tan trabajada y sigue un estilo totalmente católico, aunque casi no se aprovecharon elementos arabescos excavaciones de los 50 revelaron mosaicos romanos en el subsuelo. Los alcazares omeias fueron soterrados en las inmediaciones. Des de la torre se pueden ver las caballerizas reales, donde se puede ver los ensayos (gratis también).
Madrugué la día siguiente ya que entre las 8:00 y las 10:00 la visita a la mezquita es gratuita. La verdad que visitar la mezquita me hacía mucha ilusión y desde ayer me estube informando sobre su historia y arquitectura.
Llegué sonriendo cuando fui recibido por un pasillo con cuatro soldados a banda y banda portando sus estandartes. Ya algo raro pasaba... y claro, el hombre de protocolo tubo que decirme que hoy excepcionalmente no se podía entrar a la mezquita ya que se iba a oficiar la misa militar y no tenía derecho a entrar (Muy bien!!!), le dije que mi intención era asistir a la eucaristía y me dijo que en ese caso no había problema; eran las 9:30 y me obligaron a sentarme en un lateral delante de una tele (plasma, 45 pulgadas) para poder ver la misa. Claro, habían contratado a un hombre para sentar a todo el que se quisiera perderse por las columnas y habían pensado en todo... la barrera de terciopelo, y lo mejor de todo... los de la PM contando chistes de putas y con brazos amelonados y atabiados con sus vestimentas. La misa no empezaba hasta las 10:00, eran las 9:30, chistes de putas, sentado en una silla, un gorila de Prosegur,... realmente que pinto yo aquí delante una tele en una ciudad tan maravillosa? Salí.
Visite el baño turco que fue soterrado cuando los reyes cristianos tomaron la ciudad y la verdad que me sentí un privilegiado porque hacía 10 días me estaba bañando en uno de verdad en Marruecos. La siguiente etapa fué la Sinagoga y la casa Andalucí, la primera me resultó de mucho interés pero no la segunda. El museo que hay en la Torre de la Calahorra es una mezcla entre historia, arquitectura y filosofía, al pretender representar las corrientes filosóficas de las tres religiones y simbolizar algo dulcificado, pero en si bastante creíble, la convivencia que existió allí, tanto en el periodo musulmán como al principio del cristiano. Me emocioné cuando afirmaban que el verdadero Renacimiento nació en el Al-Andalús.
Luego paseé hasta que me dolieron los tobillos, la ciudad es bonita tanto de noche como de día. Vi un pesebre viviente. Conocí a un holandés que se iba a Senegal en bicicleta con un presupuesto de 200 euros al mes. Me suscito admiración y envidia a la vez. Y me divertí bastante al ver como una madre le daba un sonoró tortazo al novio de su hija al más puro estilo del XIX (el novio parecía el Lucas, de Andy y Lucas).
Luego intenté animar a la gente del albergue para que se viniese de fiesta conmigo, pero solo persuadí a un japonés tartamudo. Así que le dije que de repente me encontraba mal y puse un anuncio en la web de couchsurfing, al cual fue respondida por una estudiante norteamericana quien me invitó a salir con sus 10 amigas y todas ellas eran todo un show. Esa compañía y esa ciudad hicieron de esa noche una de las más inolvidables de mi vida, otra pruebe de que en esta vida todo sale como lo esperas y a veces incluso mejor.
Al poco de abandonar el cinturón obrero se habría un campo que se metamorfoseaba kilómetro a kilómetro: veía los primeros toros de Osborne y pancartas de Tío Pepe, ambas pintadas de negro y que pude colorear con mis viajes al sur de los 90, siendo todavía un niño.
Luego empezaron a verse cortijos desperdigados con un rasgo en común: a todas las haciendas se entreba con una puerta simbólica, ya que no había muro que protegiera la finca.
Lo siento, pero lo que viene después es indescriptible, porqué me quedé dormido. Un pedo muy sonoro del chico que dormía a mi lado me despertó a 10 kilómetros de Córdoba. Por entonces el paisaje se parecía mucho al de Castilla pero con un color alimonado (que no es amarillo, pero tampoco verde).
Llegué a Córdoba al atardecer y en seguida detecté el matiz distinto de esta ciudad. A diferencia de Cádiz, donde parece una ciudad planeada, con varios barrios del centro histórico ordenados perpendicularmente y edificios que recordaban a los de la Habana; y Sevilla, donde exceptuando la judería la mayoría de edificios son regionalistas o nuevo-arabesco, como la Plaza España. Córdoba está totalmente calada, todas sus calles del casco histórico son blancas, y todo los patíos están cargados de macetas (me chiflan las de barro de color azul), lo que la hace para mi la ciudad más andaluza que he visitado hasta ahora.
Pero aún existen dos elementos más que me han sobresaltado, el primero, todas las calles están empedradas, algunos con dibujos simples y otras con más detalles, intercalando guijarros grises y negros. Como las mujeres son coquetas y usan tacones el empedrado tiene dos margenes a izquierda y derecha para que puedan fluir.
El otro elemento a destacar son las fuentes ya que no pasan ni cinco minutos para encontrarte otra. Las hay simples, con pileta, iluminadas desde el exterior o desde el interior, con basura o limpias, solitarias o como auténticos ejércitos como las del Alcázar, adosadas a muros o aisladas. Casi todas cerca de una iglesia y probablemente una antigua mezquita, y lo más seguro que por tanto originalmente fueran antiguas fuentes para la ablación arabesca. Debido a su diversidad cada uno tiene un canto y personalidad propia.
Los miércoles la visita al Alcázar son gratuitas y merece la pena, a diferencia a los de Sevilla se nota que su función fue puramente militar ya que no está tan trabajada y sigue un estilo totalmente católico, aunque casi no se aprovecharon elementos arabescos excavaciones de los 50 revelaron mosaicos romanos en el subsuelo. Los alcazares omeias fueron soterrados en las inmediaciones. Des de la torre se pueden ver las caballerizas reales, donde se puede ver los ensayos (gratis también).
Madrugué la día siguiente ya que entre las 8:00 y las 10:00 la visita a la mezquita es gratuita. La verdad que visitar la mezquita me hacía mucha ilusión y desde ayer me estube informando sobre su historia y arquitectura.
Llegué sonriendo cuando fui recibido por un pasillo con cuatro soldados a banda y banda portando sus estandartes. Ya algo raro pasaba... y claro, el hombre de protocolo tubo que decirme que hoy excepcionalmente no se podía entrar a la mezquita ya que se iba a oficiar la misa militar y no tenía derecho a entrar (Muy bien!!!), le dije que mi intención era asistir a la eucaristía y me dijo que en ese caso no había problema; eran las 9:30 y me obligaron a sentarme en un lateral delante de una tele (plasma, 45 pulgadas) para poder ver la misa. Claro, habían contratado a un hombre para sentar a todo el que se quisiera perderse por las columnas y habían pensado en todo... la barrera de terciopelo, y lo mejor de todo... los de la PM contando chistes de putas y con brazos amelonados y atabiados con sus vestimentas. La misa no empezaba hasta las 10:00, eran las 9:30, chistes de putas, sentado en una silla, un gorila de Prosegur,... realmente que pinto yo aquí delante una tele en una ciudad tan maravillosa? Salí.
Visite el baño turco que fue soterrado cuando los reyes cristianos tomaron la ciudad y la verdad que me sentí un privilegiado porque hacía 10 días me estaba bañando en uno de verdad en Marruecos. La siguiente etapa fué la Sinagoga y la casa Andalucí, la primera me resultó de mucho interés pero no la segunda. El museo que hay en la Torre de la Calahorra es una mezcla entre historia, arquitectura y filosofía, al pretender representar las corrientes filosóficas de las tres religiones y simbolizar algo dulcificado, pero en si bastante creíble, la convivencia que existió allí, tanto en el periodo musulmán como al principio del cristiano. Me emocioné cuando afirmaban que el verdadero Renacimiento nació en el Al-Andalús.
Luego paseé hasta que me dolieron los tobillos, la ciudad es bonita tanto de noche como de día. Vi un pesebre viviente. Conocí a un holandés que se iba a Senegal en bicicleta con un presupuesto de 200 euros al mes. Me suscito admiración y envidia a la vez. Y me divertí bastante al ver como una madre le daba un sonoró tortazo al novio de su hija al más puro estilo del XIX (el novio parecía el Lucas, de Andy y Lucas).
Luego intenté animar a la gente del albergue para que se viniese de fiesta conmigo, pero solo persuadí a un japonés tartamudo. Así que le dije que de repente me encontraba mal y puse un anuncio en la web de couchsurfing, al cual fue respondida por una estudiante norteamericana quien me invitó a salir con sus 10 amigas y todas ellas eran todo un show. Esa compañía y esa ciudad hicieron de esa noche una de las más inolvidables de mi vida, otra pruebe de que en esta vida todo sale como lo esperas y a veces incluso mejor.
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