Y al octavo día Dios creó Buda

En la habitación se encontraban tres pares de literas, curiosamente ocupadas por una pareja de Sitges, un basco y una salamanquina y la conversación resultante se fue deslizando inevitablemente hacia la crisis (técnicamente recesión). Los siguientes días aprendí que gente de todo el mundo sentía una curiosidad inmensa por lo más morboso de la situación.

Accidentalmente nos dimos cuenta que nos habían vendido lo que parecía ser un único billete de ida y vuelta hasta Zagreb, lo que nos probocó cierto escalofrío. Como el trabajador del hostel solo pasa unas horas al día en el piso, nadie más podía traducir lo que estaba pasando. Al día siguiente, nos escribió en un papel lo que debíamos decirle en húngaro a la taquillera de la oficina de tiquets internacional. Curiosamente todo estaba correcto, lo sucedido, es que el billete de ida y vuelta sale más barato que el de solo ida. Cruzamos los dedos para que nos saliera algún comprador en Zagreb para la vuelta.

En la orilla derecha de la ciudad se aposenta la antigua ciudad de Obuda, de origen militar, aprovechaba la cima para concentrar una fortaleza, mucho mejor defendible que Pest, que es completamente llano. En la época de gran esplendor centroeuropeo, Budapest competía arquitectónicamente con Viena y Praga para ser la ciudad más monumental. Tanta competencia probocó la creación de un palacio monumental, así como de una iglesia y un barrio privilegiado en la cima de la montaña. Desde el palacio se puede observar un castillo en el cerro ligeramente superior que se encuentra a la izquierda según se sube, así como el parlamento y un Danubio, aun no lo suficientemente majestuoso como el que sigue a su paso por Belgrado.

Tanta piedra labrada a fuerza de absolutismo generó las mismas desigualdades que las padecieron los subditos de Luis XIV o Felipe II, pero bajo el reinado de una emperatriz cuya historia la literatura se ha encargado de dulcificar. Aquí en concreto, se pueden apreciar metralla en sus muros.

Se puede visitar el museo militar. Ha recibido buenas criticas por predecesores míos, pero aun así fue suficiente con los cañones y replicas de húsares que se encuentran en las afueras para satisfacer mi afán bélico. En Croacia encontraría tanques en varios puntos estratégicos para probocarme escalofríos. Es la diferencia entre las guerras que se pintaban en cuadros y las que veía por televisión siendo un niño.

Visitamos las cuevas que se encuentran debajo del castillo, por recomendación de la Zaragozana que conocímos el día anterior. Esta era nuestra única opción puesto que los Laberintos del Vino y el del Castillo permanecían cerrados. Pagamos 1500 florenies como estudiantes para visitar un reciclado museo de cera en unas grutas frescas que pueden ser mejor disfrutadas si se aleja del camino ordinario, de todas formas, está orientado al turismo clásico.

También nos dejamos caer por el escondido Museo del Teléfono, tan recondido que fuimos los únicos visitantes. Divulgativamente el museo es excelente, consta de tres salas, dedicadas a los telefonos y centrales manuales, a las centrales de conmutación mecánicas (esta pieza es increible) y a las digitales. Le caímos muy bien a la única trabajadora del museo quien se intetaba comunicar con un inglés lastrante, pero que conseguíamos salvar gracias a la ayuda del traductor Google del ordenador que simbolizaba las tecnologías del futuro en la última estancia del museo.

El palacio es tan sobervio como el de Versalles, algo menos barroco y más frío por la dominación de la piedra gris frente los cristales del palacio parisino. Unos leones amenazantes te dan la bienvenida así como una fuente adosada a la pared en forma de cascada que representa diferentes escenas bélicas.

Andando hacía el río disfrutamos de comida húngara preparada por un italiano, otra reliquia del cruce étnico del centro de Europa. Debimos tomar un tramvia puesto que la caminata por la ladera del río empieza a sentirse pesada después de diez minutos contemplando el parlamento.

Llegamos a isla Margarita, cuyo puente único tiene una rampa para acceder a una de las puntas de la isla. Donde apreciamos hasta ue punto los ciudadanos llegan a ser de cívicos en estas ciudades. Una chica llamaba a los servicios médicos porque un indigente borracho había perdido el conocimiento a fuerza de intoxicación etílica olímpica.

El parque es bonito, tiene una fuente parecida a la de Montjuic de Barcelona así como jardines verdes donde se puede encontrar de todo: desde perros muy feos hasta un BarTender profesional ensayando malabares con copas y cubiteras.

Poco más que decir de la ciudad. Los ruin bar ganan mucho por la noche. Cerveza asequible y un ambiente entre freak y acogedor algo raro de exportar hacia las culturas mediterraneas y que solo puede ser disfrutado aquí, previa cena en el restaurante cosher de enfrente de la Sinagoga.

En otra ocasión más calurosa nos bañaremos en alguno de las 70 termas de la ciudad, o llegaremos hasta el Memento Park donde se guardan reliquias del comunismo, o hasta la Avenida de los Heroes. No se puede exigirle todo al que mucho quiere abarcar, y además, tengo la intención de vivir muchos años.

Ya para acabar algunas sugerencias gastronómicas: existe una sopa roja muy buena, seguramente en los restaurantes la hacen precocinada, así que buscamos los polvos de Nestlé. Pero lo que si se debe probar es un cucurucho dulce y hueco cuyo nombre no recuerdo por la estupida costumbre de no anotar cuando realmente estoy disfrutando de una genialidad.

Vista del Parlamento en Budapest


Vista del Parlamento desde la montaña de Buda

Humor espontáneo

Metro intercomunicador de hemisferios. Budapest- Sidney

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