Los cien metros obstáculo de Bérgama

En Bérgama tuve una agradable coincidencia. Se había dado el caso que compartían el mismo emplazamiento las ruinas de un viejo circo de hace veinte siglos con lo que para mi generación era un sucio poblado chabolista.



Supongo, y creo que estoy en lo cierto, que el gobierno tiene poco interés en llevar a turistas hacia ese montón de piedras. Vale, de acuerdo que la pintura del romanticismo plasmaban una realidad idealizada de lo que vieron en sus viajes Stendal y los demás. Grandes palacios arcaicos cubiertos de telas para conformar afinamientos. Y eso, tiene su encanto, y también su inconveniente.

 Yo no pinto, ni en óleo ni en acuarela, ni siquiera en ese repecho de montaña a tal hora del medio día en que la goma del zapato puede fundirse con las piedras. Parecía que hasta los grillos preferían hacer la siesta. De hecho, incluyendo al guarda de las cercanas ruinas del Aklepion, y el resto de berganos, ya iban por el tercer sueño. Solo quedábamos yo y los cuatro niños delgaditos de la otra colina.


La idea es tan difícil de asimilar que el cerebro le cuesta creer lo que ve. El tiempo suficiente para que los muchachos de unos siete años dejaran de disparar la escopeta de cartuchos contra las latas y la encañonaran contra mi.

En este momento pienso que lo que me llevó al pánico, una vez entendida que la situación era tan cierta como mi alopecia, quizás fue la escena de la película Babel en que un chico magrebí dispara a un autocar de turistas. Chicos, claro, pueden pasar, si, me han apuntado con una escopeta y otras cosas raras que vi por América, y además si estoy aquí es por que lo puedo contar, (o inventar) y el hecho que puedas ver pasar tu vida delante de tus ojos también puede pasarte en tu propio barrio, pero viajen, que correr detrás de una escopeta tiene su gracia. Otra cosa es que te roben, eso es una putada.

Subir cual cabra prado arriba por el camino más corto hacia los dos pinos, pang, que hacían bosque para desde allí cruzar en línea, pang, recta hasta la loma, circundarla y empezar a sudar, por el calor y el miedo y pensar, si eso que dicen, pang,  que se puede sudar sangre por pánico es cierto, debe pasar ahora o nunca... y chicos... a mi no me pasó nada de nada.

Mierda, unos coches subían hacia mi des de el aparcamiento cercano de las ruinas del Aklepion. Y subían hacia arriba sin mirarme. Era mi quinto día en Turquía y casi expulso el corazón por la boca.

Espero que esto no les haya desanimado a visitar Bérgama, porque si les digo la verdad, empecé a sentir un placer enorme en haber visitado esta ciudad. Sinceramente, me encontraba en la auténtica Turquía del Mediterraneo, y era maravilloso.

Subir cual cabra prado arriba por el camino más corto hacia los dos pinos, pang, que hacían bosque para desde allí cruzar en línea, pang, recta hasta la loma, circundarla y empezar a sudar, por el calor y el miedo y pensar, si eso que dicen, pang,  que se puede sudar sangre por pánico es cierto, debe pasar ahora o nunca... y chicos... a mi no me pasó nada de nada.

Mierda, unos coches subían hacia mi des de el aparcamiento cercano de las ruinas del Aklepion. Y subían hacia arriba sin mirarme. Era mi quinto día en Turquía y casi expulso el corazón por la boca.

Espero que esto les haya animado a visitar Bérgama, porque si les digo la verdad, empecé a sentir un placer enorme en haber visitado esta ciudad. Sinceramente, me encontraba en la auténtica Turquía del Mediterraneo, y era maravilloso.

Imagínense los cafés a medio llenar con partidas interminables al Tabulé (palabra turca para el Bagamon), vasos de te rojo como el vino, y comidas y comidas dulces. Y las tres cosas que más me divirtieron y alimentaron en todo el país: El sunnet, o ceremonia de la circumsición que se le hace a los niños, a los cuales se les viste como a Alí Baba y se le hace gran fiesta por la ciudad; las bodas, de las que creo puedo dedicar un capítulo entero en el blog y las fiestas de despedida de los nuevos reclutados para el ejército.

Los chicos turcos, deben cumplir el servicio militar, y este hecho es un motivo de orgullo para la familias, que a partid de entonces consideran a su hijo como un adulto. Para ello llaman a músicos, cocinan el doble de comida que su vecindad precisa, y ponen grandes banderas turcas a la vez que sacan los Atartuks que todos tienen en sus casa. Y yo me pregunto... ¿ porque en mi sociedad estos actos están tan empapados en alcohol y aquí pueden divertirse sin una gota ?  y creo que la respuesta puede ser: se coge a un turista que pase por allí, se le da de comer y de beber, y luego se le empiezan a hacer bromas en turco... y todo el mundo se ríe menos el que come.... Pero que bueno estaba ese arroz.

 De la ciudad, querido lector, poco hablaré. Imagínense una ciudad en ruinas sobre una loma, del tamaño de Montjuic. Eso es la parte histórica. El complejo arqueológico más acojonante que he visto y veré.  E imagínense las razones por la que construyeron y el resultado de todas las técnicas, y como avanzó la humanidad en tan poco espacio de tiempo para luego volver a decaer y levantarse hasta decir basta. Somos efímeros, pero que bueno que al cabo del tiempo tu cotidianidad se convierta en objeto de estudio y de admiración.



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