Quilómetro cero

Todo país, de unas dimensiones considerables, debe tener un trazo característico he idóneo para ese género de viajes que los americanos bautizaron como road trip, donde la calidad con se pernocta y el comer son propias de la experiencia y los valores humanos que cargamos encima, y con la característica de que cada dos horas de trayecto se recorre una distancia lo suficientemente considerable como para que la historia, la orografía, la gastronomía y el modo de vivir de las personas cambien drásticamente.

En el caso de España, este se trata de un recorrido pardo, verde durante algún mes del año o si se circumbala su altillano o se traspasan sus grandes ríos caudalosos, por todo lo demás, será árido, con un perfil sinuoso y altamente esterilizado, de done brotarán pueblos mimetizados con su entorno en los sitios que alguna vez guardaron una materia prima importantes para su época, un cruce de caminos o el puente de piedra de algún río ancho. Y así, las diferentes capas de un mismo recorrido, recorrido desde el tiempo de una calzada romano, o quizás algo más, serán el testimonio de unas vivencias del primer episodio de un viaje que me trasportaba hacía un paraíso del cual aún no tenía constancia en ese verano del 2019 en que yo, con tres desconocidos cruzábamos el país en mi coche blanco forzando una temperatura de confort y esbozando la estructura de este cuento, sin saber aún, en que consistiría este capítulo, ni el siguiente, y el siguiente,...

Pero como es, gracias a las nuevas tecnologías, que en esa recta que va de Catalayud a Guadalajara, es posible que la joven pasajera y desconocida hace unas horas, quiera compartir, bajo el cielo de Aragón, uno de los más bonitos que conozco, y entre canciones de Triana, anécdotas y detalles como profesional del sexo. Saciado el cuerpo con unos torreznos en el tramo soriano de la A-2, pasado Contamina, en el kilometro 200. Las preguntas irán forzando respuestas, y sorprendentemente, la proactividad para el debate de la profesional, sobre el género pornográfico, el feminismo y los prostíbulos de carretera (que de repente empezaron a brotar entre los toros de Osborne).

Hacía un lado circulaban, como nunca había visto antes camiones del ejército para aniquilar el fuego que consumía mi ribera querida del Ebro. Hacía el otro brotaban aspas enormes para un nuevo generador eléctrico de la España vacía. Parece que algo está cambiando en la forma de vivir, pero, vamos a llegar a tiempo? Al menos, como ingeniero, siento que estoy en el equipo de los buenos. Y eso, que la profesional del sexo no paraba de darme buenos argumentos sobre su decisión el la vida, "cuando esperamos en el piso los clientes, leemos, y hablamos mucho de literatura con las chicas", "me gusta hacer porno, con gente normal".

Madrid se acercaba, otra vez más no había sucumbido a la gran recta de Guadalajara, ni a M-40 y merecía la pena celebrarlo con un tono navideño cantando Sol de Mecano. Nos volvimos a separar, con la certeza que no nos volveremos a ver, pero con la satisfacción de haber recorrido un tramo de vida juntos, así, al azar.


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